domingo, 5 de junio de 2011

Ética objetivista

En una reunión celebrada hacia 1961 en la Universidad de Wisconsin, donde se debatía sobre la ética de nuestro tiempo, Ayn Rand pronunció una conferencia, La ética objetivista, de lectura obligada para desbaratar las opiniones de sus críticos, valorar el “radicalismo” de la filosofía que subyace a “La rebelión de Atlas” (y al resto de su obra de ficción) y replantearse los postulados sobre los que se asienta el mundo actual.
Partiendo de la definición de moral como código de valores que guía las elecciones y acciones del hombre y de ética como ciencia encargada de descubrir y definir dicho código, la autora, siguiendo un método expositivo muy académico, se adentra en la teoría del conocimiento, el proceso de conceptualización y de pensamiento, para llegar al meollo del asunto, su propuesta de ética.

El valor máximo, el patrón de valor de la ética objetivista es la vida humana, que precisa otros tres valores cardinales para su conservación: Razón, Propósito y Autoestima, acompañados de sus tres virtudes correspondientes: Racionalidad, Productividad y Orgullo. Trabajo productivo como propósito esencial del hombre que tiene su fundamento en la razón y en el orgullo el resultado.

Si el hombre acepta la realidad como fuente de conocimiento tiene que basar su vida, necesariamente, en la Razón, elaborando sus propios juicios (Independencia), sin sacrificar sus convicciones a las opiniones o deseos de los demás (Integridad), sin falsear la realidad (Honestidad) y sin buscar o conceder lo no ganado o inmerecido (Justicia). La virtud del Orgullo, o ambición moral, significa que “uno ha de ganarse el derecho de considerarse a si mismo como el valor máximo, al lograr la propia perfección moral… rehusar desempeñar el rol de animal sacrificable… rechazar cualquier doctrina que predique la autoinmolación como virtud o deber moral”
Siendo la vida un fin en si misma, todo ser humano es un fin en si mismo y no el medio para los fines o el bienestar de los otros:

“El hombre debe vivir para su propio provecho, sin sacrificarse por los demás y sin sacrificar a los demás para su beneficio. Vivir para su propio provecho significa que el propósito moral más elevado del hombre es el logro de su propia felicidad

La felicidad es el estado de conciencia alcanzado por los logros de los propios valores, no por la consecución de los caprichos emocionales, ya que las emociones no son herramientas de conocimiento. Aquí es donde patinan los críticos de A. Rand; ella denuncia la falsedad inherente al hedonismo, pues este predica que el valor correcto es aquel que nos proporciona placer, lo cual no deja de ser una abdicación intelectual y filosófica, pues no hace más que instar a los hombres a actuar al azar. Los que han pretendido diseñar un código supuestamente racional de ética, solo han proporcionado al hombre una elección entre dos caprichos: la persecución egoísta de los propios caprichos (Nietzsche) o el servicio desinteresado a los caprichos de los demás (Bentham, Mill, Comte y otros hedonistas sociales).

Al convertir un deseo en un principio ético y su satisfacción en una meta, a los hombres no les quedará más salida que odiar, temer y luchar los unos contra los otros porque, inevitablemente, sus intereses chocarán, teniendo la misma validez el interés de un hombre por producir que el de otro por robarle…, quedando como única alternativa ética el sadismo o el masoquismo:

“El canibalismo moral de todas las doctrinas hedonistas y altruistas reside en la premisa de que la felicidad de un hombre necesariamente requiere que otro sea perjudicado. Hoy en día la mayoría de la gente sostiene esta premisa como un absoluto que no habrá de cuestionarse”

Muy al contrario, hablando de intereses racionales, no puede haber conflicto entre hombres que no desean lo que no han ganado, que no hacen sacrificios ni los aceptan, y que se relacionan entre si como comerciantes que entregan un valor por cada valor recibido:

“El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia

Así, amor, amistad, respeto y admiración son las reacciones que suscitan (o el pago que efectúa un hombre por) las virtudes de otro.

Si la ética objetivista tiene en la realidad su materia prima, en la razón su herramienta y en la vida del hombre su máximo valor, ¿qué es de las otras éticas? Rand identifica y localiza en el tiempo (monumento existencial, brillante expresión) otras tres tipologías:

a)      La ética mística, que responde a leyes de otra dimensión (sobrenatural). Las “épocas oscuras y la edad media” son los monumentos existenciales de esta teoría ética.
b)      En la ética social se sustituye a Dios por la Sociedad, poniendo el acento en una entidad incorpórea (lo colectivo) que, en lo que se refiere a cada individuo, está conformado por todos los demás excepto él. El hombre se convierte en un esclavo caritativo sin individualidad, sin voz y sin derechos, sometido a las necesidades, reclamos y demandas de los demás. “El dicho según el cual “los perros se devoran entre sí” (para referirse a una competencia despiadada) no es aplicable al capitalismo ni a los perros, pero sí a la teoría ética social”. Los monumentos existenciales de este tipo de ética los encontramos en la Alemania nazi y la Rusia soviética.
c)       La ética subjetivista es, realmente, una negación de la ética al negar toda existencia. Predica que el hombre no necesita principios de acción objetivos, siendo correcta cualquier decisión sobre lo bueno o lo malo, siempre y cuando se actúe con impunidad. Es el reino de la arbitrariedad y el relativismo, tan en boga en la cultura actual.

Ahora cobra sentido la definición de egoísmo tomada de diccionarios ingleses y aceptada por A. Rand (preocupación por los intereses personales) y el desenmascaramiento que efectúa nuestra autora del concepto de altruismo, ya que si este declara que toda acción dirigida al beneficio de los demás es buena, y aquella realizada en beneficio propio es mala, el hombre acaba viviendo en una espantosa mezcla de cinismo y culpa: cinismo, porque ni practica ni acepta la moral altruista, y culpa porque no se atreve a rechazarla

1 comentario:

Anónimo dijo...

Osea, el ser humano hecho robot :)