jueves, 28 de julio de 2011

"La rebelión de Atlas" (Ayn Rand, 1957)

Ahora, más que nunca, se impone una lectura/relectura, libreta y lápiz a mano, de "La rebelión de Atlas" (1957), best-seller y última obra de ficción de Ayn Rand (1905-1982). Novela de anticipación (otros dirían: de ciencia-ficción) de más de 1000 páginas, que incluso quiso llevar al cine el tándem Angelina Jollie-Brad Pitt, declarados fans de la autora, ha sufrido en España de esa actitud tan nuestra llamada ninguneo: de lo que no se habla, no existe.


Pero mucho se puede hablar de La Rebelión... De hecho, debió comenzar su redacción poco después de publicar El manantial (1943), (si nos fijamos en algunos detalles que pueden pasar inadvertidos, como la descripción de los vestidos de Dagny o el hecho de que Mr. Thompson pronuncie sus discursos siempre por radio hasta que comienza a hacerlo por TV, ya entrada la segunda mitad de la novela), lo que significa la importancia que tenía para su autora (14 años invirtió en su redacción), como resumen-presentación-exposición de su filosofía, y cierre de su etapa creadora.


Hoy solo quiero hacer referencia al concepto de sanción de la víctima, uno de los ejes sobre los que gira la novela.


Rearden permaneció inmóvil, oyendo confusamente los aplausos. Estaba de pie, mirando a los jueces. No había en su cara señal alguna de triunfo ni de alegría, sino tan sólo la tranquila intensidad de quien contempla una visión, presa de una sensación muy semejante al miedo. Observaba la tremenda pequeñez del enemigo que estaba destruyendo al mundo. Se sentía como si después de un viaje de años por paisajes devastados, por ruinas de grandes fábricas, restos de potentes motores, cuerpos de hombres invencibles, se enfrentara al responsable de todo eso, esperando ver a un gigante para no encontrar más que una rata deseosa de esconderse a la primera señal humana. "Si esto es lo que nos ha derrotado" -pensó- "la culpa es nuestra."”

Una víctima consiente, aprueba, sanciona y autoriza su condición de tal cuando colabora con su verdugo. Es el más perverso de los males que se pueden cometer contra un hombre: facilitar la soga a quien te está ahogando. Al respecto, John Galt se expresará en los siguientes términos:

"Comprendí que llega un punto, en la derrota de todo ser virtuoso, en que su consentimiento es necesario para que el mal triunfe… y que ningún tipo de daño que le hagan los demás puede tener éxito si él decide negar su consentimiento.  Comprendí que podía poner fin a sus atropellos pronunciando una simple palabra en mi mente. La pronuncié. La palabra es: No"

Las ratas a que se refería Rearden en el primer fragmento, los mediocres que han ocupado el lugar abandonado por los virtuosos que han sabido decir NO y, por lo tanto, se han inhibido o están a punto de hacerlo, los saqueadores que medran al calor de las crisis, ascendiendo en la escala profesional en una relación inversamente proporcional al nivel de su competencia ... todos estos personajes que pululan por el Nueva York descrito con un lenguaje tan cinematográfico en la novela, son tipos que adquieren una actualidad prodigiosa. Crecen como champiñones cuando el individuo rechaza la autoestima y el valor intrínseco e inalienable de su persona; cuando decide inmolarse en el altar de un altruismo mal entendido y teme ser tachado de egoista al sacrificarse exclusivamente por su propio bien, no por el de los demás...

2 comentarios:

arrowtada dijo...

Creo que no se ha publicado en comentario anterior. Si cae en mis manos quizá lea "La rebelión de Atlas". Aquí te dejo una novela que me ha gustado bastante y que quizá conozcas e incluso hayas leído. No es nada del otro mundo ni tendrá la profundidad de pensamiento de Rand pero es muy amena y se lee de un tirón: "Por mil millones de dólares" de Alberto Vázquez-Figueroa. El autor la publica en la red gratuitamente (supongo que nadie la compraría, je, je). Me parece que es un fiel reflejo del negocio de la guerra de Irak y de casi todas las guerras de la historia.
Un saludo.

http://por-mil-millones-de-dolares.uptodown.com/

P.D.: no soy antiamericano, aunque lo parezca. Creo que tenemos que aprender muchas cosas de ellos.

Nacho Díaz-Delgado Peñas dijo...

Muchas gracias por la sugerencia. Hoy mismo me hago con la novela de Vázquez Figueroa. La verdad es que sí parecías un poco anti-americano de manual. Efectivamente, como cualquier otra comunidad, tiene muchos defectos; pero sus virtudes están ahí. Y a una de ellas se refirió Andrè Maurois en su "Historia de los Estados Unidos" (tiene más de 50 años la obra)cuando afirmaba que, mientras en los "países viejos" (Europa) el individuo tuvo que luchar para hacer valer sus derechos frente a los gobiernos, sin conseguirlo siempre, en los Estados Unidos fue el Gobierno, los distintos gobiernos los que tuvieron que reclamar sus derechos ante el individuo. Eso me parece impresionante. Habría que hacer una revisión de las "películas del oeste" para descubrir que lo que nos parecían macarradas o chulerías eran auténticas demostraciones de un espíritu libre. Perdona la extensión de la respuesta