viernes, 19 de octubre de 2012

Metáforas de la crisis. Mazagón (Huelva), 25 de agosto - 1 de septiembre de 2012




Pinares alrededor del Parque de Doñana



Parece que el verano, ya más que avanzado octubre, se retira a sus cuarteles dejando paso a un otoño que se ha hecho de rogar. Llega el frío, y con las primeras lluvias, nos preparamos para afrontar el invierno. Antes de desprendernos de las últimas adherencias estivales; mucho antes de que el olvido se entregue a su propia labor de zapa haciendo sitio en nuestra memoria a nuevos recuerdos que desplacen a los viejos ocupando su lugar, me gustaría dejar constancia de los últimos días de nuestras últimas vacaciones. Last but not least…


 Engalanaduras en Almonte


Alejandro en una calle de Moguer. Al fondo Sara con alguna de sus ideas



Porque creo que es necesario ese trabajo de recapitulación, de ordenación de cosas y lugares. Y no solo por lo que a nosotros nos atañe como ejercicio mental no desdeñable, si no para ir amasando  un legado que dejar a nuestros hijos, aunque luego hagan con él lo que se les antoje, como seguramente ocurrirá. En este sentido, Carmen lleva una buena temporada seleccionando fotografías con las que, una vez comentadas y ordenadas de una determinada manera, edita unos álbumes que no están nada, pero que nada mal. Suele decir que, de esta manera, cuando la edad pueble de profundas e insalvables lagunas su memoria y nuestros hijos vayan a verla a la residencia de turno con esas fotografías, ella quedará doblemente sorprendida: primero, por aquellos desconocidos que se sientan a menudo a su lado e insisten en darle cháchara y, segundo, por las fotos de esos sitios tan bonitos y con esos niños tan guapos y sonrientes que le obligan a contemplar.



Carmen e Itziar esperando el "trenecito" de Mazagón



Itziar en uno de los patios de la casa-museo de Zenobia y Juan Ramón (Moguer)

Mi padre hizo algo muy parecido en 1990. Seleccionó un buen número de fotografías y las pegó en unas holandesas en cuyo reverso escribía a mano un comentario sobre la imagen siguiente. Luego introducía cada foto así comentada en una funda de plástico y, una vez reunidas varias decenas, las encuadernó. Hace poco volví a echar un vistazo a ese álbum y, con él, recuperé la imagen de mi padre sentado en la mesa abatible de nuestra habitación, inclinado bajo el flexo encendido y observando detenidamente cada instantánea, a veces preguntándose en voz alta cuándo y porqué había sido tomada. Rostros en blanco y negro que sonreían a la cámara sobre fondos grises, esos jerseys de lana que tejía mi madre y que heredábamos, el aspecto pelado de La Serena, desierta incluso de retama; y después, fotos en color, con mis sobrinos mayores aún bebotes… Leyéndolo otra vez, uno se imagina con qué gusto se embarcó en esa labor, aún a sabiendas que los motivos que le empujaron a hacerlo, y que ahora no viene al caso mencionar, no eran muy agradables. Placer no muy diferente del que experimentamos Carmen y yo, cada uno a su manera, cuando emprendemos este camino de las fotos comentadas.


Sara y Alejandro haciendo de las suyas en
un resto romano de Huelva



Pinares camino de Moguer


Uno de los primeros álbumes monotemáticos que hizo Carmen estaba dedicado a Isla Canela, donde pasamos una semana el verano de 2010. Al año siguiente, tanto nos había gustado Huelva, le tocó el turno a Isla Antilla, que también tiene su testimonio fotográfico. Y este año probamos con Mazagón.



Esperando el "trenecito" de Mazagón


Carmen en Moguer A su derecha, las clarisas


Al igual que nos ocurrió en su día con Cádiz, o siempre con Lisboa, Segovia, Jaraba o Soria, y al contrario de lo que reza la canción, no nos da ningún apuro revisitar aquellos lugares donde hemos sido felices. Y Huelva, hasta el momento, es uno de ellos.



Cerca del puerto deportivo de Mazagón, sin buscarlos, nos encontramos con
dos fortificaciones, dos bunkers





El viernes 25 de agosto llegamos a Mazagón, un pueblecito a menos de 20 kilómetros de Huelva. Nos alojamos en el Hotel Solvasa. El apartamento, impecable: amplio y espacioso, con mucha luz y una grandísima terraza en forma de ele. El resto de las instalaciones y servicios no iban a la zaga. La playa, enorme, infinita, muy familiar y limpia.


La piscina del hotel Solvasa (Mazagón)



A lomos de Platero, en el patio de la casa del poeta




La mayoría de los huéspedes del hotel habían contratado ese sistema de alojamiento y pensión todo incluido (TI) cada día más extendido, con lo cual era muy difícil tropezarse con ellos fuera de la piscina, bar y comedor. Salvando las enormes distancias, me recordaban a los obedientes enfermos que compartían con Hans Castorp, el personaje de Thomas Mann, las atenciones médicas en la clínica de Davos tan ricamente descritos en La montaña mágica. Lo de las cinco comidas suculentas y abundantes, y la eterna inactividad narradas por el alemán, aquí se reducía a tres tomas cargaditas y no tan suculentas y al levantamiento de cubata, cerveza o tinto de verano en tubo de plástico. ¿Cómo era posible tener apetito? Imposible saberlo. Ya se sabe, donde pago... Primera metáfora de la crisis



Terraza del hotel Solvasa


Como de costumbre, combinábamos playa con alguna que otra excursión para conocer los alrededores, no alejándonos demasiado de la costa por aquello de los rigores del calor. Aunque de poco servía, porque a unos diez kilómetros del agua la temperatura subía no menos de cinco grados.




Bajando a la playa del Parador Nacional de Mazagón


Una visita obligada era el Rocío, con sus calles sin asfaltar y sus numerosas cofradías, tanto antiguas como de más reciente creación. Las fachadas de sus casas, muy aseaditas, aunque muchas de ellas cerradas, con todos esos arreos que indican la presencia, uso y exhibición de caballerías, comparten todas ese aire festivo y de romería, de vino y palmas. Las tiendas de recuerdos de la Virgen, tascas, hoteles y restaurantes no muy concurridos delataban la ausencia de su Moradora, que un par de días antes había sido trasladada, en ceremoniosa peregrinación, a Almonte. El camino que había seguido la imagen hasta su salida de la aldea estaba jalonado por postes, guirnaldas y falsos túneles formados por miles de blancas flores de papel.



Playa de Mazagón desde el Hotel




Fachada de la casa de Zenobia y Juan Ramón en Moguer, ahora Museo

Camino de Almonte, en aquellos lugares donde hacían un alto los fieles portadores, se veían pequeños altares con los mismos detalles y colgaduras, plétora de cadenetas y lazos blancos en medio de pinares sin fin.








Esta explosión ornamental se hizo casi omnipresente en Almonte. Un hombre celebró la presencia de la Virgen, con gran susto para nosotros, con un disparo de escopeta al aire, mientras buscábamos las flores blancas de papel que indicaban el itinerario que había seguido la imagen hasta su actual ubicación. En las calles sombreadas con ese derroche de adornos figuraban como hitos curiosos numerosas inscripciones que indicaban en qué momentos de crisis (epidemias, guerras, hambrunas, sequías…) la Virgen había abandonado su instalación en la Aldea para ocupar la de Almonte. ¿Sería ésta ocasión una de ellas…? Segunda metáfora de la crisis.




Escaleras infernales, interminables que comunican la piscina del Parador
con la playa. Ningún empleado las utiliza, por algo será



Moguer




Otro día nos acercamos a Moguer. Allí todo es Juan Ramón, Zenobia y Platero. La casa-museo donde vivió el poeta es una sorpresa por su sencillez y por el buen gusto con que está montada, aprovechando el ajuar y la biblioteca que dejó la pareja en su domicilio de Madrid cuando marchó al exilio, del que nunca regresó, durante la guerra civil. La película con la que se inicia la visita merece la pena ser vista por el recorrido que hace de la vida y avatares del poeta.




Viviendas a orillas de la playa de Mazagón


Moguer


Rocío, Huelva, Almonte, Moguer.. Algunas tardes nos llegábamos a la playa del Parador Nacional de Mazagón que tiene un asesino acceso a la misma, exclusivo de sus huéspedes, mediante una escalera de unos cinco mil escalones sin un triste descanso. Desde aquella vez que se me ocurrió bajarlas llevo arrastrando una lesión que lleva su nombre. Por lo demás, la playa es estupenda siempre que se deje el coche en un aparcamiento ad hoc junto al Parador. Buenas olas y aire para volar la cometa.




Playa del Parador. Está saliendo la luna




Biblioteca de Juan Ramón y Zenobia



Más que pueblo, Mazagón es una zona residencial que conserva un inconfundible sabor a barrio. Me gusta, es todo muy sencillo y local. Desde el hotel hay un paseo de dos o tres kilómetros pegadito a la playa. Poco antes de llegar al puerto deportivo nos encontramos dos búnker en un perfecto estado de conservación. Habría que investigar su origen, ya que pueden ser de nuestra guerra o posteriores, levantados en previsión de un ataque naval a la costa durante la Segunda Guerra Mundial.




El Rocío....



El uno de septiembre terminaron nuestras vacaciones. Como cayó en sábado pensamos que no era mala idea hacer una parada en el Pantano para dejarnos cosas allí y volver el domingo a Madrid más ligeros de equipaje. Comimos ese día en un pueblo de la sierra norte de Sevilla, El Pedroso, donde, por accidente, había nacido la madre de Carmen y al que nunca llegó a conocer. Pasamos por Cazalla de la Sierra, Guadalcanal y saltamos a Badajoz.



...con Sara...



... Itziar...





.... y Alejandro.



Cementerio de los italianos (Campillo de Llerena, Badajoz)
Entre parque temático y jardín zen


Más allá de Llerena y en dirección a Castuera, dejando a la derecha el acceso a Campillo de Llerena, se encuentra a la izquierda, en una rotonda, el Cementerio de los Italianos. Llevábamos años intentando visitarlo. En más de una ocasión, camino de Andalucía, en las calurosas noches de agosto, hemos pasado por delante de sus puertas sin poder, claro está, detenernos. Aquel día era perfecto para hacerlo. En aquel camposanto descansaban los restos de soldados italianos del CTV y algunos españoles que lucharon del lado de Franco durante la guerra por esos campos extremeños. Recientemente remodelado, prácticamente convertido en un parque temático, poco tiene que ver con el original que se levantó durante la contienda. A uno le hace pensar sobre el abuso de las restauraciones de los restos arqueológicos. Eso sí: no falta ningún detalle en los tres o cuatro paneles informativos que explican dónde te encuentras. El caso es trastocar o edulcorar el pasado. Tercera, y última por hoy, metáfora de la crisis.

Mazagón


Hasta aquí, nuestro verano. Como decía mi padre en ese álbum, concluido el 25 de marzo de 1990, y trastocando unas líneas del final Apocalipsis de San Juan, hay muchos más detalles y paisajes visitados, sensaciones vividas y momentos para recordar. Pero harían falta años para consignar todos y cada uno de ellos.

2 comentarios:

elena clásica dijo...

Querido Nacho:

Siempre quedan impresiones y pensamientos en la mente del que escribe que no se hacen carne en el papel o en los archivos del ordenador, pues contempla la imagen completa. Pero, es cierto también que una obra nueva se levanta a ojos del que lee, y esa memoria sentida, ese libro de recuerdos toma otra vida nueva que reclama una existencia autónoma, como si de un niño se tratara que busca mirar su propia imagen en el espejo, independiente, valiente, única.

Este texto plagado de belleza en sus palabras y en sus imágenes que yo hago ahora mío me lleva hasta el mismo cielo de Mazagón, de Moguer, de la luz del sur, bendito recuerdo del verano que me llega en el momento en que la oscuridad de noviembre reina triunfante.

Un viaje completo hasta el fondo del alma, como acostumbras a hacernos sentir, donde no podía dejar de aparecer el suave cimbreo de Badajoz, qué hermosa también esa visita a Sevilla, tan especial para nuestra preciosa Carmen (Apunte: yo quiero una copia de su foto en las Clarisas para recordar que siempre vuelve la primavera en forma de sonrisa, no se puede ser más guapa).

He de decir que discrepo en una parte de vuestra impresión del futuro cuando disfrutéis con estos álbumes maravillosos que estáis construyendo. Yo creo que esos tres jóvenes duendes viajeros cuando recuerden estas andanzas, lejos de tener que recordarle nada a su mamá, van a tener que decirle que deje de hacer el puntal para contemplar las imágenes, que las vea sentada, ¡como todo el mundo! ¡Ah! al tiempo, ya lo veremos...

Y la magia fluye, ninguna fotografía me ha podido gustar más que la de Alex y Sara a lomos de Platero, se me encoge el corazón, al pasear por la casa, por la biblioteca de Juan Ramón y de Zenobia, qué dolor es la poesía aun inflamada por el sol de Moguer:

"Este es el callejón
de la sal,
que retuerce su breve
estrechez,
violeta de cal
con sol y cielo azul
hasta la torre".

Tengo que armarme de valor cuando me adentro en el mundo propio de la poesía, porque la belleza sacude muy fuerte, demasiado fuerte a veces, y después es tan difícil volver a pasear por el mundo de las mundanas preocupaciones.

Ya no hay retorno posible, tú lo has querido, amigo, sumerjámonos pues. ¿Cómo era aquello que la dulce Sara reclama cuando la invade el cansancio de vuestros divinos paseos? Los lomos de su papá, no su espalda, esta niña parecía haber leído ya a Juan Ramón, sabía que la esperaba Platero...

Por esas calles de Moguer, gozando una y otra vez del nombre del poeta, de la visión de la fachada de su casa, sus versos se me agolpan en la cabeza, desde los modernistas hasta los más depurados:

"Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda..."

Cuánta belleza, dioses, cuánta.


(Continúa)

elena clásica dijo...


(Continuación)

Es, en cambio, otra historia la que quisiera recordar, pues no sabría qué verso elegir del poeta para expandir mi espíritu. Historia es ya de Juan Ramón, de Zenobia y de una jovencísima escultora llena de talento en su hipersensibilidad creadora: Marga Gil Roësset.

Marga, dibujante, escultora, mujer culta nacida en 1908, prendada de la literatura de Tagore, conoció a su traductora por excelencia, cómo no, la Camprubí, y a través de ella a su marido, Juan Ramón.

Marga se enamoró perdidamente del poeta, él con tacto y cariño la rechazó. No fueron sus gestos protectores suficientes para la joven artista, que no pudo soportar el dolor de sentirse apartada de la vida de su idolatrado poeta y se suicidó el 28 de julio de 1932, ¡contaba con 24 años! Marga, necesito recordar tu pasión y tus palabras, escucha las que a ti te escribió un hombre desolado, poeta, al que tú amaste.

Así nos atraviesa Marga:

“Como no duermo, me he salido a la ventana... ya, no es más noche; qué dulce es el amanecer del día último. Se me adentra en el alma por los ojos, manos, boca... parece que soy yo la que amanezco, azul y nueva.

Tan dentro se me ha ido... mañana, cuando amanezca... Vida si tú piensas en mí...

Ay... Juan Ramón”.

Así escribió Juan Ramón, cuando supo el final desdichado de la sentida escultora:

Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado expandido sobre mí, como el rojo del sol, después de puesto, por la tarde.

Sentimiento sordo, profundo, concentrado, inmenso, como el rojo de la puesta de sol en un crepúsculo eterno.

(agosto 1932).

Es difícil sobreponerse a un momento eterno... Gracias al sentido del humor con que retratas el comportamiento de los huéspedes del apartamento de Mazagón recordando a Thomas Mann, lo intentaré, ¿pululaba por allá Settembrini? Qué genial apunte, qué visión tan literaria de la vida.


Un poco sobrecogida, me despido no del todo, con intención de volver, así como ya había leído repetidas veces antes de comentar, una entrada henchida de sentimiento.

Un fuerte abrazo para todos los protagonistas, una familia colmada de amor por los viajes: los que nos hacen recorrer las tierras por fuera y por dentro.