martes, 11 de julio de 2017

Reencuentro


“A Ortega le sorprendió que me hubiese detenido tanto, y hubiera entendido, su tesis:  “La reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre”, y que me hubiera percatado de lo que es razón vital. Nuestra vinculación personal y filosófica quedó sellada para siempre” (Julián Marías Una vida presente, 1, 1988, p. 351)


En el prólogo a la cuarta edición de España invertebrada, Ortega y Gasset recogía una cita de Tácito: “quince años son una etapa decisiva del tiempo humano”, haciendo referencia al período transcurrido entre la primera edición de la obra (1920) y la que introducía con estas palabras en 1934, año bisagra en la historia de la joven II República. Esta idea, como eje del método de las generaciones históricas, tendrá su desarrollo en el volumen En torno a Galileo, y en 1949 será completada, matizada y sistematizada por el propio Julián Marías en la obra casi, casi homónima El método histórico de las generaciones.

Curioso: 1920-1934-1949…Si jugamos con esa cifra, quince, aplicándola a nuestra propia vida, y nos dejamos llevar por los encantos de la numerología, podemos llegar a conclusiones tan sorprendentes como ciertas, basadas todas ellas en el concepto de vida como argumento, trama o tragedia que se va escribiendo día a día, minuto a minuto, en tanto en cuanto tenemos capacidad de elegir una trayectoria o la contraria, en virtud de las circunstancias que tenemos a mano, y estas mismas trayectorias, proyectos u objetivos se cruzan y entrelazan con los del prójimo planteando nuevas empresas que podrán arribar o no a buen puerto, proponiendo a su vez diferentes escenarios de forma indefinida.

La de Julián Marías, como vida que fue, no se sustrae a esta gozosa interpretación. Sin profundizar demasiado, podemos trazar al menos tres segmentos vitales que responden, solapándose a menudo, a la afirmación del historiador romano:
1.      1933-1948. Con las fechas extremas en el Crucero efectuado con sus compañeros de facultad visitando todos aquellos lugares de las riberas del Mediterráneo donde nace la cultura occidental, y la creación con Ortega del efímero Instituto de Humanidades que pretendía re-iniciar, fuera de la órbita oficial, el tono académico interrumpido por la guerra y la primera postguerra. Del conocimiento del “mundo exterior”, con el consiguiente afianzamiento de aspiraciones y vocación, a la opción por la permanencia en España, consolidando una trayectoria liberal, de rescate de los valores de civilización y convivencia.


2.      1936-1951. La guerra, cómo no, deja su impronta y su enseñanza, la forma de ver las cosas se modifica, se aprecia la ruptura, el hiato entre lo real y lo oficial, la verdad y la mentira. Momento inaugural que acelera el conocimiento del entorno, el mero discernimiento, el comportamiento humano, la traición y el desengaño. Consolida su vocación de escritor (Blanco y Negro, ABC, Hora de España…). Convive con la Dictadura sin interiorizar su argumentario, sin adherirse a su discurso. Asume los reveses, encaja los golpes, supera las frustraciones… En 1951, “escritor español, profesor americano”, como le gustaba definirse, es contratado para impartir diversos cursos e inicia sus colaboraciones en la prensa española


3.      1931-1946. La instalación de la República coincide con el ingreso de nuestro autor en la Universidad. Inicio de una vida nueva, amistad con Dolores Franco, albores de su faceta intelectual, contacto con Ortega y otros maestros, estallido de la Guerra Civil, apoyo a Julián Besteiro en la tarea de liquidación de la misma, meses de prisión en 1939, ruptura del ambiente cultural en el que se había formado, imposibilidad de acceso a la docencia universitaria, veto a sus colaboraciones en prensa, sistemático ninguneo hacia su persona (silencio en torno a la concesión del Premio Extraordinario de Licenciatura, suspenso contra todo pronóstico de su tesis doctoral), boda con Dolores Franco y nacimiento de su primer hijo, publicación de sus primeras monografías de tema exclusivamente filosófico (Historia de la filosofía, La filosofía del P. Gratry…) En 1946 verá la luz Filosofía española actual en la que se pueden leer las biografías de sus maestros más admirados (y odiados por el Régimen): Unamuno y Ortega, además de las de García Morente y Zubiri. Filosofía española… constituye un hito, ejemplo de lo que se puede hacer apurando y ampliando el escaso margen de libertad concedida por el sistema vigente.


Edición de De vita beata

Son como tres dramas, con su planteamiento, nudo y desenlace, historias cerradas que dan paso a nuevos argumentos. Hoy me quiero referir solo a uno de ellos, concretamente a un fragmento de uno de esos periodos, el que se extiende entre 1939 y 1944.


Entre el 15 de mayo y el 7 de agosto de 1939 Julián Marías sufre prisión como consecuencia de una denuncia tramada por un antiguo amigo y compañero del Instituto. Su nombre permanecerá oculto hasta que, no hace mucho, lo sacó a la luz su hijo, Javier Marías. En pleno procedimiento, uno de los testigos de cargo le confesó a Dolores Franco: “Si Marías no vuelve a acordarse de que tiene una carrera, podrá vivir; en otro caso, lo hundiremos; porque gentes como Ortega, en España sobramos” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 276) ¿Cómo se podía superar semejante situación? Había terminado la carrera con cierto prestigio, colaborado en la prensa, realizado varias traducciones. Le esperaba el doctorado y trabajar al lado de sus maestros. Pero ya nada podía ser igual. Con Ortega, Zubiri y Gaos en el exilio, García Morente preparando su ordenación sacerdotal, Besteiro encarcelado y la reciente experiencia que le colocaba bajo sospecha, el mundo conocido parecía desmoronarse.



De izquierda a derecha: Zubiri, Ortega y García Morente


“Al lado de esto persistía mi vocación intelectual, nunca extinguida; el repertorio de mis estudios y lecturas; una resistencia a abatirme y darme por vencido, que nunca me ha abandonado; una fe religiosa, ciertamente puesta a prueba por unos y por otros, pero que era capaz de distinguir de todas las adulteraciones. Y un puñado de amigos leales, sobre todo –como siempre- amigas. Y Lolita. De ella dependía todo; vivía desde hacía mucho tiempo vuelto hacia ella, dándole todo lo que podía, recibiendo su maravillosa personalidad, su inagotable ternura, su inteligencia clara, su valor. Por ella valía la pena seguir viviendo y no ser un despojo, sino algo que se le pudiera ofrecer” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 280)


Edición introducida y anotada por Julián Marías


Una vez puesto en libertad, con un “sobreseimiento provisional”, se convocan en septiembre de 1939 las pruebas para obtener el premio extraordinario de licenciatura, al que optaban los alumnos que habían terminado sus estudios con la calificación de sobresaliente. Con el objeto de poder costearse el título y de continuar con una carrera y vocación a las que no quería renunciar, se presenta y lo obtiene, con la cerrada oposición de miembros del SEU que lo único que consiguieron fue que su nombre no apareciera en las listas de los premiados que se leen en la inauguración oficial del curso, el 1º de octubre.


Espasa-Calpe publicará una selección de esta obra
“Desde entonces, y durante muchos años, cada vez que hacía algo que rozara lo público, se lanzaban sobre mí con una saña que en el fondo me sorprende, dándome una importancia que sinceramente no creía tener” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 286)

Haciendo de la necesidad virtud, este alejamiento de lo público y oficial, marcará casi todo su hacer intelectual. Volcado en el anonimato, en el ámbito más estrictamente privado y rozando la invisibilidad, se dedica a la traducción mal pagada de obras de pensamiento para la Editorial Revista de Occidente (Max Scheler) y la Colección Austral (Paul Marcoy), y a dar clases de “Cultura” en una Academia que preparaba a los aspirantes a la Escuela de Caminos. Pero todo esto chocaba con su auténtica vocación tripartita: la universitaria, la filosófica y la de escritor. Vetadas como estaban sus colaboraciones en la prensa, por no hablar de la enseñanza universitaria, la única salida posible era escribir libros de filosofía. Aquí, la dificultad estribaba en que, para ser aceptados por un editor (sus posibilidades se reducían a Espasa-Calpe y la Revista de Occidente) debían tener una alta calidad y venderse bien.

Con Unamuno, en Santander


“Tanto como filósofo, tenía que ser escritor. Luego vi con claridad que para ser de verdad buen filósofo es menester ser buen escritor, pero esta condición se me impuso imperativamente para poder subsistir” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 293)
 


Tesis doctoral suspendida. Imagen de la obra antes de ser censurada con la retirada de la cubierta original


El primer fruto de este esfuerzo es su Historia de la Filosofía, un grueso volumen de 413 páginas dedicado a Lolita y que vio la luz en enero de 1941 en la editorial de la Revista de Occidente. La historia de su gestación es muy curiosa y refleja el papel de Dolores Franco en la vida de Julián Marías. Abatido, desanimado por las circunstancias que le rodeaban, Lolita le propuso poner en orden y publicar las lecciones de historia de la filosofía que durante el curso de 1933 impartió a algunas compañeras de la Facultad que tenían que superar el examen intermedio. La tarea parecía insuperable, pero Lolita, como alumna en ese momento, conservaba un puñado de cuadernos con las notas tomadas en las clases que se celebraban en la Residencia de Señoritas “los domingos, un par de horas por la mañana; y algunos días más. La historia entera de la filosofía, desde los presocráticos hasta el siglo XX; los problemas del conocimiento, la creación, la razón, la sustancia, Dios, qué sé yo. Lo más interesante es que las chicas, que eran encantadoras e inteligentes, no me tenían ningún respeto, porque yo era un estudiante como ellas; no cabía usar el argumento de autoridad; exigían entender por qué eran las cosas así, por qué tal filósofo pensaba una teoría, y por qué al siguiente le parecía inadmisible. Es decir, para que lo entendieran todo, tenía que entenderlo primero yo. No es para dicho el esfuerzo que tenía que hacer; pero, en primer lugar, lo pasábamos muy bien: era una delicia ver a aquellas muchachas curiosas, con cabezas claras, un poco irónicas, tratando de penetrar en la filosofía; pero además tuve que esforzarme en poner en claro, en sus líneas generales, toda la filosofía occidental; nadie, ni siquiera mis maestros, me había enseñado tanto como aquellas chicas” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 140-141)
 
Escrito a lo largo de 1940 en un frío piso de la C/ Encarnación

Sobre la base de dichos cuadernos, con una información evidentemente ampliada gracias la rica biblioteca personal que Marías iba engrosando día a día, después de un año de intenso trabajo y una “desusada dosis de pensamiento”, Historia de la Filosofía será el primer libro nuevo de un autor novel en la España de los cuarenta. La originalidad de todo esto estriba en que se trataba de una obra de pensamiento, escrita por un joven de 26 años, con un contenido actualizado (durante el proceso de corrección de pruebas fallece H. Bergson, noticia que será recogida en la obra), prologada por Zubiri (sibilinamente apartado de su cátedra madrileña) y que finalizaba con un párrafo que se podría considerar explosivo: “La historia de la filosofía se cierra en el presente, pero el presente, cargado de todo el pasado, lleva dentro de sí el futuro y su misión consiste en ponerlo en marcha. Tal vez en el tiempo venidero no sea ya ajena a ese movimiento España, que en Ortega ha hecho suya la filosofía”
En 1943 aparece Miguel de Unamuno. "Para entender a Unamuno, había puesto en juego lo que procedía del pensamiento de Ortega; pensé que este libro significaba... una especie de "reconciliación" real de los dos grandes maestros" 

La escritura, las clases privadas a grupos reducidos (Aula Nueva de Preparación Universitaria), la participación en modestas empresas editoriales (“Colección Ciencias del Espíritu” de la Editorial Pegaso), las traducciones, el cultivo de las nuevas amistades que van ampliando su círculo (Lilí Álvarez, José Luis Pinillos, Juan Lladó, Laín Entralgo, Enrique Lafuente, Fernando Chueca, Dámaso Alonso, Azorín, Menéndez Pidal…), la vida nueva junto a Lolita Franco, ocupan estos primeros años de postguerra. Si en octubre de 1939 la administración silencia su obtención del Premio Extraordinario de Licenciatura, en enero de 1942 hará algo parecido con su Doctorado. Antes de presentar la tesis sobre P. Gratry, Laín le propuso editarla en la colección “Escorial” de la Editora Nacional. Cuando, de forma extraordinaria, fue suspendida la tesis (en la papeleta solo podía figurar Aprobado  o Sobresaliente, aunque podía ser devuelta al aspirante), La Filosofía del P. Gratry ya se había publicado; lo único que pudo hacer la censura (aparte de darle un buen susto a Pedro Laín Entralgo) fue retirar las cubiertas de la edición para que no figurara mención alguna a la Editora Nacional ni a la colección “Escorial”.
Guillermo Lissarrague

En 1943, después de un desencuentro con la editorial Pegaso, publica en Espasa-Calpe su Miguel de Unamuno y El tema del hombre. Por su parte, Dolores Franco saca a la luz La preocupación de España en su literatura en Ediciones Adán, proyecto editorial nacido entre los alumnos de Aula Nueva y al que Marías prestó su apoyo intelectual, a comienzos del año siguiente. De estos primeros años datan las ediciones anotadas de Leibniz (Discurso de la metafísica) y de Séneca (Sobre la felicidad) Pronto le seguirá la recopilación de ensayos San Anselmo y el insensato. Con todo y con eso, la pareja Marías-Franco llegaba a fin de mes con no pocas dificultades.


1944. Recopilación de textos anteriores

Y un buen día, en la primavera de 1944, en este ambiente de angostura y precariedad recibe, por mediación de Salvador Lissarrage, una invitación de Eugenio Montes, a la sazón director del Instituto Español de Lisboa. Intelectual falangista, propone a Julián Marías dictar una conferencia en la capital portuguesa y aprovechar la ocasión para reencontrarse con Ortega, que había dejado Buenos Aires en 1942 “lleno de desilusión y melancolía”. Las pocas páginas en las que hace referencia Marías a este viaje son tan expresivas, tan emotivas, que no me resisto a traer aquí alguno de sus párrafos. Ortega, al que no veían desde el verano de 1936, recibe al joven matrimonio en la estación de Rossio. Instalados en un hotel de la Avenida da Liberdade, la primera impresión que les causa la ciudad del Tajo es impactante: “Vista desde Madrid, la capital portuguesa parecía una maravilla de prosperidad y refinamiento. Las tiendas estaban llenas de productos, muchos extranjeros; había muchos más coches, y mucho mejores. El ambiente era pacífico, con holgura y bienestar. Se trataba de una dictadura, ciertamente, pero la de Salazar no se parecía a la española: no procedía de una guerra, no había vencedores y vencidos, ni las terribles cicatrices […] No había represión, porque no había resistencia. Ambas cosas vinieron después, pero no existían en 1944. Cuando le preguntaron a Ortega qué le parecía Salazar, contestó: “Bien, muy bien; no se puede gobernar mejor a ocho millones de difuntos”” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 349-350)

Lisboa. Avenida Cinco Outubro 10.
Residencia de Ortega hasta 1945
(Fotografía: Marisa García Arévalo)
Fue una intensa semana de contacto con el maestro, con el amigo, juntos día y noche, paseando por los parques y las calles lisboetas, o en casa de los amigos del exiliado. “Teníamos hambre de palabras, de filosofía, de España, del mundo, de nuestras vidas. Nuestra amistad, tan viva, había ido madurando y creciendo en la distancia, en el silencio...” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 351)
Eugenio Montes
La conferencia proyectada por Eugenio Montes, finalmente no se pudo dar en el Instituto Español. Se optó por un gran salón de la Sociedad de Geografía. Y allí habló Marías sobre Unamuno. “Ortega había leído mis escritos, salvo el libro sobre Unamuno, que nunca quiso leer. “Yo no puedo leer un libro suyo sobre Unamuno –me dijo-; para usted es un tema; no se da cuenta de que me he pasado la vida luchando con él; me afectaría demasiado””

Sociedade de Geografía de Lisboa
“Ortega había llegado al límite de la ausencia; necesitaba volver a ver España, a vivir entre españoles. A total distancia del Estado, del régimen, quería experimentar de nuevo la sociedad española, conocer a los jóvenes, que al cabo de nueve años de exilio le eran desconocidos. Contaba con reacciones hostiles, que ciertamente no faltaron; pero sabía que eran muchos los que lo aguardaban con esperanza; y, sobre todo, que España lo necesitaba. Aquel otoño, conservando su residencia legal en Lisboa, llegó por fin a Madrid” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 353)


Lisboa. Jardim das Amoreiras



Ver:
La resaca de un sueño. (Julián Marías. 1) 21 de junio de 2017
"¡Por mí, que no quede!". (Julián Marías. 2) 27 de junio de 2017
Encuentro. (Julián Marías. 3) 4 de julio de 2017
El límite de la ausencia. Continuidad y despedida. 1 (Julián Marías. 5) 25 de julio de 2017




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