miércoles, 23 de mayo de 2012

Un cambio de civilización... O casi.

Parece que se está recuperando la costumbre
 de los cupones, una forma cómoda de ahorrar o,
al menos, de obtener esos productos
que no eran de primerísima necesidad, pero hacían 
la vida más fácil
Hablar de la crisis se ha convertido, en España, en un deporte de masas con vocación de disciplina olímpica, a tenor del elevado número y gran calidad de sus practicantes. Ya mencionamos aquí, como de pasada, a nuestros arbitristas, que desde el siglo XVI han dejado el pabellón muy alto. Y si nos fijamos en otro género muy español, ¿cómo no acordarnos de la zarzuela y Don Hilarión lamentándose una calurosa noche del agosto madrileño y cañí de la política, con sus “consumos por aquí, consumos por allá”?

 A pesar de todo ello, se echa de menos una sistematización, una organización, digamos, al menos, una jerarquización de los problemas y de sus responsables para intentar siquiera un abordaje de los mismos con una mínima probabilidad de éxito.

Postal familiar de los setenta. Desde entonces, la
tele como centro de todas las miradas

Todos los días, con asomarnos a las redes sociales, podemos tropezarnos, si queremos, con sesudas y bien argumentadas teorías económicas, de muy fácil aplicación, que solucionarían de un plumazo nuestras cuitas.


Los basureros y los carteros subían todas las
navidades a casa y se les daba su merecido aguinaldo.

Con voluntad, también podemos eliminar a todos aquellos causantes de este estado de cosas que tanto nos aflige, pues nunca faltan adivinos que, consultando su bola de cristal, elaboran con gran precisión la nómina de los malos, cuyo medallero, como esas imágenes de la Virgen que se custodian y veneran por riguroso orden en muchos hogares, se exhibe equitativamente en las casas de los funcionarios, políticos, banqueros y empresarios, según el favor del viento o el cabreo de la gente.

Las "pequeñas cosas" de hace 40 años se están
conviertiendo en auténticos objetos de culto.

Lo cierto es que la dimensión de esta crisis desborda los cauces de lo político y económico anegando los terrenos adyacentes de la educación, la cultura y la mera conducta. ¿Y si, en realidad, el movimiento fuera el inverso? ¿Y si una previa crisis de cultura, de educación y de comportamientos, ha trascendido a lo puramente económico y político, convirtiendo a esto último en la punta del iceberg? En este caso, las críticas a lo evidente tendrían el mismo efecto que la pretensión de curar una infección a base de  antitérmicos: aliviar los síntomas sin destruir a su causante que, en el mejor de los casos, permanecería latente para volver a dar la cara a la primera de cambio. Lo triste es que todas las fórmulas que se proponen aquí y allá van en este sentido.


El otro día, vi un 1500 parado en un semáforo.
Lo que son las cosas: lo que me parecía enorme de pequeño,
un auténtico cochazo, 
cómo es capaz de menguar con el paso de los años...

No hace mucho, mi primo Rudi me pasó un artículo de Fernando Sánchez Salinero publicado en su blog Territorio PYME con el título “La generación que construyó España”. La sencillez de su argumentario, la mención a una generación, la de nuestros padres, a la que tanto debemos, y el hecho de tratar el cambio de actitud como clave de interpretación de la crisis, hace obligada su lectura y meditación. Dejo aquí algunos párrafos, me temo que casi todos, pues lo mío no es el recorte:


Fernando Sánchez Salinero

“… no tengo ninguna duda de que una de las principales causas de la prosperidad que vivimos en los años pasados fue la actitud de la generación de nuestros padres, y una de las principales causas de la crisis, es haber perdido esa actitud”
Mis padres tienen en torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Pertenecen a una generación que, como dice mi padre, les tocó el peor cambio: de jóvenes trabajaron para sus padres y de casados para sus hijos.
“Son gente que veían el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Son una generación que compraba las cosas cuando podía y del nivel que se podía permitir, que no pedía prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, y ahorraban un poco “por si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo que la prudencia les dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de tortillas de patata y embutidos, en domingos veraniegos de familia y amigos…”
“Sabían que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada familia. Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.
“La democracia significaba libertad y posibilidades y seguir viviendo en armonía y respeto.
“Y cometieron los dos peores errores imputables a esa generación:
“1) “Que mis hijos no trabajen tanto como trabajé yo”. Nos cargamos la cultura del esfuerzo y del mérito de un plumazo, convirtiendo el trabajo en algo a evitar.
“2) “Como tenemos unos ahorrillos, hijo, tú gasta, que para eso están tus padres”. Con lo que mi generación empezó a pensar que el dinero nacía en las cuentas corrientes de sus padres, que daban la impresión de ser inagotables y que los bancos eran unas fuentes inagotables de hipotecas, rehipotecas y contrarehipotecas.
“Y entonces, eclosionó nuestra generación (yo soy del 67). La generación de los nuevos ricos, la generación de “los pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación, de la ingeniería financiera, de la exhibición del derroche, la de lo quiero todo y lo quiero ya, la de “papá dame”.
“Y todos nos volvimos ricos (en apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras. ¿Conocéis a alguien que se atreva a comer un bocata de chorizo? Le corren a gorrazos por paleto. Ahora hay que comer hamburguesas deconstruidas al aroma de los almendros al atardecer. ¿Y qué decir del vino? Pasamos del Don Simón con Casera, al Vega Sicilia sin fase de descompresión. El vino ya no está “bueno”, ahora tiene matices a fruta del bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un cierto punto astringente, con demasiada presencia de roble. Esto, por supuesto, a golpe de docenas de euros, que para ser un “enterao” hay que pasar por taquilla. ¡Y es que pocas cosas cuestan tanto, como ocultar la ignorancia!
“Somos la generación de “endeudarse para demostrar que eres rico”. Increíble pero cierto….
“En Alemania no daban abasto a fabricar Mercedes, Audis, BMW para los españoles.


Seat 850-D. Conozco una familia muy, muy
numerosa que viajaba, sin complejos, en un "ochoymedio"

“Irrumpió Europa en nuestras vidas y llegó en forma de mega infraestructuras que producían mega comisiones para todos los involucrados. ¡Viva el cazo! ¡Viva el yerno del Rey! ¡Que se besen los padrinos! Además llovían las subvenciones, nos daban una fortuna por plantar viñas y luego a los dos años otra fortuna por arrancarlas…
“Si algún “tarao” dice que hay que parar esto, se le lapida y “que no pare la fiesta”. Por supuesto que todos estamos de acuerdo que esto es imposible que se sostenga, pero hay que empezar a recortar por el vecino, que lo mío son todo derechos esculpidos en piedra en la sacrosanta constitución.
“De la siguiente generación mejor no hablar (lo dejaré para otro post). Esa es la generación que dice el aforismo que será pobre, por ser nieta de ricos.
“Si somos incapaces de volver a los valores con los que se construye una sociedad sostenible, nos hundiremos, eso sí, cargados de reivindicaciones.
“En mi casa siempre he tenido un ejemplo vivo de cordura, honradez y esfuerzo. Y no han sido menos felices que nosotros. Los psiquiatras, de hecho, dicen que al revés, que han sido bastante más. Debe ser que la sencilla tortilla, el melón fresquito, comprar el sofá cuando se podía, poner las cortinas cosidas por nuestra madre, con ayuda de la abuela, trabajar y echarle huevos para emprender (aunque no lo llamaban así) no debía ser mala receta.
“Desde aquí quiero dar las gracias a mis padres y a toda esa generación que nos regalaron un país cojonudo, que nos hemos encargado de arruinar (entre todos, que todos hemos aplaudido la locura), y que sólo con que nos descuidemos un poquito más, le vamos a dejar a nuestros hijos un protectorado chino, donde serán unos esclavos endeudados y tendrán unas historias legendarias sobre la prosperidad que crearon sus abuelos, empeñaron sus padres y son incapaces de imaginar los nietos.
“Estamos a tiempo de cambiarlo, pero cada vez tenemos menos. Podemos encontrar maestros en casa.”

Sánchez Salinero abre su artículo con un aforismo castellano:
“¿Quiénes son los pobres? Los nietos de los ricos”.


En esta tarde fría y desapacible de un domingo de mayo, viendo desde la ventana cómo se encabalgan las borrascas descargando con trompetería y un poco de furia, no es fácil encontrar más verdades en menos palabras, apuntando a una de las principales causas del mal, incluyendo un sentido homenaje a quienes nos precedieron. Como Fernando Sánchez Salinero, yo también nací en 1967 y aunque, en mi descargo, no haya participado en ningún pelotazo y creo no haber esquilmado a mis padres, que nos dejaron hace ya demasiados años, identifico con toda claridad la generación por él descrita.

Comenzaba su artículo con una anécdota que había escuchado en labios de un empresario que describía la economía china, comparándola con la española de los años 70: “China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te recuerda la España de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho, ahorrar, comprarse su casa, su coche, que sus hijos vayan a la universidad… Cuando una generación está así centrada, no hay quien la pare”.


Habría que plantearse el grado de responsabilidad histórica que podemos contraer todos y cada uno de nosotros si permitimos que se destruya una civilización con más de dos mil años de historia. Porque un cosa es un cambio, inherente a todo organismo vivo, y otra muy diferente su eliminación. Y nuestra cultura, centrada en el individuo y sus infinitas capacidades de adaptación a las circunstancias adversas, respetando una amalgama de derechos con la libertad como fondo y garantía, no casa bien con la oriental, por muy productiva y dinámica que sea.


2 comentarios:

elena clásica dijo...

Querido Nacho:

Yo creo que algo de verdad hay en esta visión a vista de pájaro de nuestro actual estado de decadencia y ruina. Nos contorsionamos como muñecos zarandeados por un destino contundente, tajante, rotundo. Esbozamos muecas de dolor que ni siquiera nos permiten arrojar un grito desesperado. Otros buscan la actividad evasiva y el consuelo rápido y engañoso del "panem et circenses". Pero la realidad aúlla desde un paisaje cada vez más cercano.

La consabida crisis supone un cajón de sastre que les permite a los gobernantes muchas prebendas y satisfacciones, que justifica decisiones imposibles de otro modo. Y así se va esbozando un nuevo orden, un mundo extremadamente injusto, ahora también en Europa.

Yo no creo que hayamos llegado hasta este estado de cosas al azar. Más bien, que se hacen tangibles la premeditación, el cálculo, la planificación. Los políticos que han sabido atisbar la ganancia, el lucro tenían un plan firmemente trazado, y para ello se han amparado en dos pilares básicos: aturdimiento generalizado a través de los medios de comunicación de masas con programas exentos de todo contenido cultural o científico y la apología de la vaciedad, de la necedad, de la simpleza, de la ordinariez. Y la necesidad, suscribo tu apunte, de una generación luchadora y trabajadora de ver crecer a sus hijos en la confianza de que nunca pasarían necesidades y de que con poco esfuerzo conseguirían mayores y mejores posesiones de dinero, de inmuebles, de objetos de lujo, de caprichos de usar y tirar.

Y así paradójicamente esa misma generación que aprendió e interiorizó los valores supremos del respeto, la disciplina y el esfuerzo, la dignidad conseguida por el valor personal han servido en bandeja la falta de formación de la siguiente generación, carne de la sociedad esclavista hacia la que nos encaminamos. Personas sin un aprendizaje necesario del empeño en luchar por ideales, por cumplir metas; que confunden el conocimiento de la jerarquía con el autoritarismo y declaran un derecho adquirido sin labor y sin coraje a ascender los peldaños para mandar, dirigir y valerse de derechos sin haber primero obedecido, aprendido y mostrado sus deberes.
Al fin, miriñaques sin seso, marionetas desenfrenadas de ignorancia, convertidos en mano de obra a bajo precio, alimento del ejército y desprecio de los poderosos.

Diríase que a veces el camino del infierno está lleno de buenas intenciones. Ah, la sabiduría popular.

La educación, la cultura, los comportamientos, sí, lo creo, lo creo una y mil veces son el empuje para la otra construcción la de la economía y la política.

(continúa)

elena clásica dijo...

(Continuación)

Cuán desgraciada puede ser una persona colmada de caprichos, cuyo único esfuerzo para conseguirlos es llenarse la boca con la palabra "derechos".

Me remonto a un poeta al que amo, a José Martí, que sentía sobre sí y sobre la sociedad en la que vivía el cambio que se palpaba en los albores del siglo XX. Hermosos e iluminados versos que disfrutamos en toda su plenitud más de un siglo después, "Amor de Ciudad Grande":

"De gorja son y rapidez los tiempos:
corre cual luz la voz; en alta aguja
cual nave despeñada en sirte horrenda
húndese el rayo, y en ligera barca
el hombre, como alado, el aire hiende.
¡Así el amor, sin pompa ni misterio
muere, apenas nacido, de saciado!
¡Jaula es la villa de palomas muertas
y ávidos cazadores! Si los pechos
se rompen de los hombres, y las carnes
rotas por tierra ruedan, ¡no han de verse
dentro más que frutillas estrujadas!

De gorja son y rapidez los tiempos:
se ama de pie en las calles, entre el polvo
de los salones y plazas. Muere
la flor el día en que nace. Aquella virgen
trémula que antes a la muerte daba
la mano pura que ha ignorado mozo;
el goce de temer; aquel salirse
del pecho el corazón; el inefable
placer de merecer; el grato susto
de caminar de prisa en derechura
del hogar de la amada, y a sus puertas,
como un niño feliz, romper en llanto;
y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
irse tiñendo de color las rosas.
¡Ea, que son patrañas! pues, ¿quién tiene
tiempo de ser hidalgo? ¡Bien que sienta,
cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
dama gentil en casa de magnate!
O si se tiene sed, se alarga el brazo
y a la copa que pasa, ¡se la apura!
Luego, la copa turbia al polvo rueda,
y el hábil catador, manchado el pecho
de una sangre invisible, ¡sigue alegre,
coronado de mirtos, su camino!

No son los cuerpos ya sino desechos,
¡y fosas y jirones! Y las almas
no son como en el árbol fruta rica
en cuya blanda piel la almíbar dulce
en su sazón de madurez rebosa,
¡sino fruta de plaza que a brutales
golpes el rudo labrador madura!

¡La edad es ésta de los labios secos!
¡De las noches sin sueño! ¡De la vida
estrujada en agraz! ¿qué es lo que falta
que la ventura falta? como liebre
azorada, el espíritu se esconde,
trémulo huyendo al cazador que ríe,
cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
y el deseo, del brazo de la fiebre,
cual rico cazador recorre el soto.

¡Me espanta la ciudad! toda está llena
de copas por vaciar, ¡oh huecas copas!
Tengo miedo, ¡ay de mí! de que este vino
tósigo sea, y en mis venas luego
¡cual duende vengador los dientes clave!
Tengo sed, más de un vino que en la tierra
¡no se sabe beber! ¡No he padecido
bastante aún, para romper el muro
que me aparta, ¡oh dolor! de mi viñedo!
¡Tomad vosotros, catadores ruines
de vinillos humanos, esos vasos
donde el jugo de lirio a grandes sorbos
sin compasión y sin temor se bebe!

¡Tomad! Yo soy honrado
¡Tomad! ¡Y tengo miedo!
¡Tomad!"


Ya ves, Nacho, comparto tu doliente percepción y el temor que será nuestro mejor aliado, no obstante, cuando acompaña la honestidad del miedo y las ganas de mejorar.

Muchas gracias por esta reflexión que me lleva acompañando algunos días. Un abrazo para ti, mi Carmen y vuestra hermosa familia. Besazos.