sábado, 19 de mayo de 2012

Ingeniería efímera

Búnker republicano en El Dorado (Castuera)
Por la brevedad o urgencia en su uso, me vienen a la cabeza dos tipos de creaciones: lo que, en bibliografía se denomina ephemera, esto es: carteles, calendarios, posters, cajas de cerillas…, aquellos materiales “de usar y tirar”, algunos de ellos realmente encantadores y objeto de la codicia de los coleccionistas; y la arquitectura efímera, monumentos conmemorativos de un hecho concreto, elaborados con materiales livianos, acompañados de poemas elogiosos y de exuberante decoración, que se destruían inmediatamente después de celebrarse el acontecimiento en cuestión, cuyos ejemplos más característicos son los arcos y falsas fachadas, puro atrezzo, que se levantaban a toda velocidad cuando, por ejemplo, un monarca hacía su entrada triunfal en la corte. Distintas serían las obras de urgencia destinadas a paliar un problema circunstancial y que una vez solventado se procede a su desmantelamiento.

Otra vista del búnker de El Dorado

¿Qué decir de las fortificaciones y defensas construidas durante una guerra? ¿Se acometieron con vocación de permanencia? ¿Qué “vida” le otorgaban sus creadores cuando se ponían a diseñarlos sobre un papel? Por no hablar del coste inherente a las mismas, algo que se escapa a cualquier cálculo económico dictado por la razón, ya que en una economía de guerra se trastocan todas los usos convencionales al entrar en juego factores tan extemporáneos como las requisas de material, las expropiaciones masivas o el uso de mano de obra esclava o casi, casi gratuita.

Alrededor del búnker, posibles observatorios


Fases de la reconquista de este sector
de La Serena por el ejército
republicano.
¿Y la vida de los usuarios y ocupantes de esas instalaciones? ¿Cómo transcurrían los días de calma chicha? ¿Cómo se atendían los enfermos y heridos, cómo se evacuaban los muertos? ¿Cómo se verificaba el abandono de las mismas y en qué situación quedaban?.


Bastantes restos de lo que podríamos llamar “ingeniería militar efímera” quedaron integrados en el paisaje urbano, como las murallas que no fueron destruidas durante los sucesivos ensanches de las ciudades o los fuertes fronterizos reutilizados con la misma función que tuvieron en su origen.
Sin embargo, los fortines, trincheras, casamatas, blocaos, nidos de ametralladora, empalizadas…, testigos a la vez que escenarios de cruentos enfrentamientos, elementos a los que no se les puede dar un uso diferente a aquel que les da sentido, permanecen aislados, en medio de ninguna parte, a la espera de que alguien se entretenga en su inventario.
Nido de ametralladora en la línea de Miraflores (Castuera)

Aquí he dejado constancia de algunos ejemplares ya conocidos que hemos visitado desde septiembre del año pasado, cuando se despertó en mí un interés sobre este asunto, tan inédito hasta el momento como absorbente y, en cierto modo, “ladrón de energías”. No echo en saco roto la idea de dedicarle, en un futuro, el tiempo que se merece y del que ahora carezco, consultando documentos de archivo referidos como de pasada por los historiadores y recogiendo las noticias dispersas en otras fuentes. Por el momento, me limito a anotar impresiones y colgar las fotografías que vamos acumulando como turistas japoneses sin demasiado criterio pero con mucha ilusión.
Miraflores (Castuera)

“La que podríamos llamar planicie de La Serena es un terreno descubierto de vegetación de monótono y triste aspecto, difícil de identificar por carecer en general de detalles sobresalientes, cruzado por innúmeras veredas y surcos carretables, que forman confusa madeja, en la que el extravío o pérdida del viajero es muy fácil, y donde, sin embargo, hay los suficientes caminos e itinerarios a cubierto de vistas por donde un enemigo audaz puede desliarse, y en que para ir de un lugar determinado a otro hay necesidad de dar grandes rodeos , recorriendo mucho más camino del que directamente mediara entre ellos” (palabras del teniente coronel Eduardo Cañizares, jefe de la 21ª división nacional. José Manuel Martínez Bande, p. 262)

Puente de Tablillas sobre el río Guadalefra



Trinchera en el valle del río Guadalefra
Cuando esta Semana Santa mi amigo Segura me comentó que había descubierto unos restos interesantes, aplazamos la visita a aquellos días en que los “compromisos” de los niños nos dejaran retenidos en el pantano, sin posibilidad de desplazarnos más allá de 20 kilómetros en un tiempo no superior a un par de horas.

Alrededor del búnker de El Dorado

Una mañana, nos montamos en su coche y enfilamos la carretera de Castuera hasta desviarnos por una pista, una vía pecuaria que desembocaba en Cabeza de Buey. El paisaje de El Dorado, nombre por el que es conocido, francamente lunar, conservaba el aspecto yermo, ocre y desolado de meses atrás, con la ausencia del pasto que otros años cubría por estas fechas el suelo con su manto verde, salpicado de amarillo, rojo y morado, de manzanilla, amapola y cantueso.

Búnker de El Dorado

Después de 4 o 5 kilómetros de baches, detuvimos el coche al borde del camino, saltamos una alambrada y, en un centenar de metros, nos encontramos ante lo que parecía, a simple vista, una zahúrda, aunque lo reducido de su espacio, su forma de U y, lo más importante, la cantidad de casquillos de bala que afloraban escarbando un poco con el pie, hacían pensar que nos hallábamos ante un búnker, fortín o refugio. Eso sí, muy diferente de los que habíamos visitado hasta entonces, construido con lajas de pizarra, posiblemente reaprovechadas de alguna construcción anterior. Antonio, más atraído por los restos romanos que por los de la guerra, aventuraba la idea de que los materiales habrían sido reutilizados desde época prerromana. Lo cierto es que, en un gran perímetro, en el que no se veían muchas pizarras, aparecían esparcidas estas planchas, mezcladas con fragmentos de ladrillo, y no resulta descabellado pensarlo, ya que en la zona se han localizado numerosos restos de la época.

Miraflores (Castuera)


Volviendo al búnker, y a su complejo, este contaba con varios puestos de observación o vigilancia que se adelantaban en dirección a Castuera, cuyo caserío se dejaba ver, apoyado en la falda de la sierra, a unos 6 o 7 kilómetros al sur. A una distancia similar, hacia el oeste, se encuentra la línea de fortines y trincheras de Miraflores.

Miraflores (Castuera)


“El día 23 [de julio de 1938] Burillo ordena a Rúbert que reconquiste a toda costa Castuera [tomada por las tropas de Franco el día anterior], ciudad que ataca Sánchez Carmona desde el exterior con toda la división del Zújar, mientras desde el interior de la bolsa lo hacía De Blas con dos batallones de la 91ª o de la 20ª brigada mixta y con el batallón disciplinario del VII Cuerpo de Ejército, apoyados por un escuadrón de Caballería del quinto regimiento y el tren blindado. Cada una de las agrupaciones disponía de una compañía de tanques. El ataque fracasa completamente y el día 24, perdida toda esperanza de poderse mantener en la bolsa, se ordena la retirada de De Blas, que debía escapar por Campanario… pero la orden se cursó demasiado tarde y ya las tropas de Saliquet y Queipo habían enlazado en Campanario, consumando el cierre de la bolsa, donde quedó copada casi íntegra la 37ª división” (Ramón Salas Larrazábal, p. 2824)

Atardecer desde El Dorado. Al fondo, se encienden las
primeras luces de Castuera

Se trataría, pues, de una de las fortificaciones republicanas que quedarían copadas en la campaña del cierre de la bolsa de La Serena, en julio de 1938, y que, durante el mes de agosto, jugarían un importante papel durante la contraofensiva gubernamental que reconquistara toda la zona, empujando a las tropas nacionales, en este área, hasta fijarlas en la línea defensiva que iba de Castuera a los alrededores de Campanario, por el río Guadalefra.

Entrada a uno de los nidos nacionales de Miraflores

En esta línea defensiva, vimos en septiembre uno de los bunker de Miraflores, el que se sitúa a la derecha de la carretera de Castuera a Puebla de Alcocer. Una tarde, acompañados por Sara, nos acercamos a los otros dos alineados junto a las minas, al otro lado de la carretera. Aquí nos encontramos con una entramada red de trincheras que debían continuar, hacia el suroeste, hasta llegar a Campanario, en las proximidades del Guadalefra. Mientras Carmen hacía las fotos de rigor y Sara insistía en jugarse la vida entre las pizarras, apareció un coche de una finca cercana, sospechando, sin duda, que éramos furtivos o ladrones de ganado. Pero al constatar que éramos completamente inofensivos, volvió por donde había venido.

Trincheras y nido de ametralladoras en Miraflores


Entre los restos del valle del Guadalefra, aparte del bunker del que ya hemos hablado, tenemos el puente de Tablillas y varios kilómetros de trincheras de ambos bandos.
Alrededor de los nidos de Miraflores

Toda esta zona, limitada por el río Guadalefra, la línea Campanario-Castuera-Cabeza de Buey y el río Zújar, una gran extensión inhóspita, con una vegetación muy pobre o prácticamente inexistente, fue ocupada por la 21ª división nacional, a las órdenes del Tte. Coronel Eduardo Cañizares. Esta división, cansada y con la moral bastante baja por los enfrentamientos, no pudo resistir los ataques del ejército de Extremadura reorganizado por Prada y sucumbió desalojando todo el sector entre el 23 y el 29 de agosto de 1938. Para Salas (Ramón Salas Larrazábal, p. 2833) esta división de Cañizares “era menos que mediana, tanto en sus mandos como en sus tropas, y “chaqueteó” de lo lindo abandonando sus posiciones” Cañizares, destituido, sufrió un Consejo de Guerra , y se le dio de baja en el ejército.

Trincheras en Miraflores


Los combates que tuvieron como escenario estos parajes durante los meses de julio y agosto de 1938 se saldaron con unas 12.500 bajas, entre muertos y heridos, bastantes de ellos a causa de las elevadas temperaturas, por lo que no se entiende el escaso eco que ha tenido entre los estudiosos e historiadores.
La imaginación se dispara ante estos conjuntos de piedras que abundan
en las proximidades de las trincheras y búnkers

La Batalla del Ebro, que se inició cuando el ejército republicano cruzó el río la noche del 25 de julio, eclipsó estos episodios, provocando la retirada de parte del ejército nacional que luchaba en esta zona, vacío que fue aprovechado por Prada para iniciar con gran éxito la contraofensiva. ¿Qué pasó en el interior de la bolsa desde agosto de 1938 hasta el final de la guerra?


Trincheras junto al río Guadalefra

Se cuenta que, durante las obras de construcción de la presa del Zújar, a principio de los 60, se halló una fosa con un buen número de cuerpos, quedando paralizadas las mismas hasta que un forense levantó acta. De los cuerpos, nunca más se supo. ¿Pertenecerían a los de los combatientes que lucharon duramente en Los Caserones, río arriba, hoy un complejo turístico bautizado como "Isla del Zújar"? ¿Y esos montículos de piedras, a modo de testigos, que hemos visto junto a varios fortines y trincheras? ¿Y las alambradas de púas oxidadas que hasta no hace mucho cercaban las fincas? ¿Serían las mismas que protegían las fortificaciones? Muchas preguntas sin respuesta...


Puente de Tablillas, sobre el río Guadalefra
Obras consultadas:

Ramón Salas Larrazábal. "Historia del Ejército Popular de la República. IV. De la batalla de Levante al final de la guerra" La Esfera de los Libros, 2006

José Manuel Martínez Bande (ed.) "La Batalla de Pozoblanco y el cierre de la bolsa de Mérida". Servicio Histórico Militar, 1981

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