Monsagro (Cantabria) |
Itziar y Alejandro en el nacimiento del Ebro (Fontibre) |
Me tumbo sobre el lado izquierdo, el del corazón,
el que convoca a las pesadillas, dando la espalda a la ventana y a sus
amenazas, y juego a componer un texto a base de retazos, de materiales de
derribo, como si se tratara de una labor de patchwork. Porque estos dos últimos
meses he sido incapaz de coger el cuaderno y disfrutar con el mero hecho de
escribir. Lo llevo a todas partes y guardo entre sus hojas cuadriculadas
recibos del banco, avisos de convocatorias del colegio, fotocopias… Y cuando lo
abro para descargar el peso del macuto, encuentro las últimas y desordenadas
anotaciones del mes de mayo sobre los cuervos y su graznido. Después, el vacío
blanco y delator…
Picos de Europa (Fuente Dé) |
El calor y las cigarras invocan imágenes y
sensaciones que solo recuerdo estos días de verano. Me acuerdo de la terraza de
Caramuel con los toldos bajados y meciéndose con el aire caliente, mi madre
haciendo punto en la terraza con las piernas estiradas, cruzadas a la altura de
los tobillos. Llega hasta nosotros un olor como de trapos quemándose y al final
de la calle, sobre los tejados abigarrados de las chabolas, asciende una
columna de humo negro.. Y los documentales de la guerra, con dos o tres
cadáveres debajo de un pino, en blanco y negro, con las cigarras como agobiante
banda sonora…
Al concierto desacompasado de las cigarras se
suman hoy los lamentos terribles de la vecina. Al principio era como el zureo
desgarrado de una enorme paloma, hasta que Itziar me aclaró que aquellos gritos
no procedían de ningún animal herido, sino de la garganta aterrorizada de una
mujer que vive en el portal de al lado, que se pasea por la terraza cono un
lobo enjaulado vistiendo una especie de camisón, mientras estruja entre sus
manos una tela y se mesa los cabellos. El calor parece agudizar sus temores, es
como si le persiguieran recuerdos o visiones del horror, como si viviera
inmersa en un mundo de pesadilla.
Fontibre |
En este tiempo de la siesta, los minutos se
convierten en horas y el reloj se detiene. Cierro los ojos con la vana
esperanza de descabezar un sueño y así esquivar las reclamaciones de Sara y
Alejando, a los que la temperatura no parece afectar. Oigo sus carreras por el
pasillo, cómo cuchichean algo incomprensible cuando se aproximan a la puerta de
nuestra habitación, y al igual que los indios ante una víctima propiciatoria,
me lanzan sus flechas cargadas de exigencias.
-. ¿Por qué no vamos a la piscina? Podemos coger
las bicis, el patín, el cubopala (esta es Sara). ¡Lo prometiste!
Me libero de ellos con un rabotazo más o menos
destemplado, sabiendo que sólo detendré su ataque momentáneamente, que sus
reclamaciones y exigencias seguirán allí, tan acusadoras como la inactividad y
pereza que me atenazan, y que Carmen no deja de reprocharme.
Mirador de Piedras Luengas (Montaña Palentina) |
Pero me empecino en ensamblar escenas y
sensaciones dispares, en rechazar un discurso lógico, coherente.
Desde el mes de mayo, el cuerpo me pedía recordar
de alguna manera el cierre de la bolsa de La Serena, aprovechando que en julio
se cumplía su 75 aniversario. En ese sentido, orienté mis lecturas de entonces,
aderezadas con las sugerencias tomadas de los correos que me enviaba mi amigo
Juan Casco Solís que, conociendo mi estado de letargo, tan pronto me hablaba de
Arthur Machen, los ejércitos celestiales y el peso del “Diccionario infernal”, de Collin de Plancy,
en la redacción de “Oficio de tinieblas 5”, como de las memorias de Cela, donde
narra sus aventuras por los alrededores de La Serena, en las últimas y
demenciales semanas de la guerra civil.
Potes |
Ante el desbarajuste emocional que supuso la
desaforada confirmación de Itziar y los sucesos que se desencadenaron a
continuación, me impuse, no sé muy bien porqué, la obligación de releer “Oficio
de tinieblas”, que pude recuperar cuando estuvimos en el Pantano el primer fin
de semana de julio. La tarde de ese sábado, fuimos a bañarnos a la Isla del
Zújar. Sentado en la orilla, frente a la vía cortada y con la silueta de los
eucaliptos al fondo que, difuminada por la calima, se asemeja a un perro
gigantesco con las fauces abiertas, comencé a verlo claro. En el corazón de la
península de los Caserones, el mismo escenario donde se desarrollaron los
acontecimientos de los que estos días se cumplen los 75 años, enfrentamiento
tan sangriento como inútil y, lo que es incluso peor, tan olvidado por unos y
por otros, convertido hoy en una zona de recreo y esparcimiento, comprendí el
absurdo de mi insistencia en el asunto. Y la inmersión en el universo tan
demencial como humano de la novela de Cela no me hizo sentir mucho mejor.
Vistas desde los apartamentos Fargo |
Julio transcurría despacio y plomizo, con sus
tardes eternas y vacías, con menos calor que el habitual, pero con mucho más
que el vaticinado por algunos. Nos acostumbramos a combinar el logopeda de Sara
y la piscina del polideportivo de Aluche, transformada por las circunstancias
en una festiva reunión de la organización de estados americanos. De vez en
cuando, a última hora, nos dejábamos caer con las bicis por el parque de las
Cruces, o nos pegábamos una andana de campeonato hasta Madrid Río, una
auténtica maravilla por la noche, con sus terrazas junto a la Estación del
Norte. Si el trabajo se lo permitía, Carmen le daba un empujón a la tarea de
recopilar material para uno de los dos capítulos del libro que le encargaron. Pasaron
los días, fuimos a Acebedo a ver a Alejandro, entreteníamos las horas de ocio
como buenamente podíamos, llegaron los mayores del campamento y preparamos el
viaje a Proaño.
Torre de Proaño |
Una noche lluviosa y desapacible de esta Semana
Santa en el Pantano, mientras tomábamos algo alrededor de la mesa camilla con
la prima Mari Cruz, Pepe, Antonio y Rosa, salió a relucir Proaño y un viaje que
hizo Mari Cruz con unos amigos hace más de 20 años por el norte. Proaño es una
aldea de Cantabria, muy cerca de la estación invernal del Alto Campóo, donde se
levanta una torre señorial del siglo XIII, que ha pertenecido desde entonces a
la familia de los Ríos, a su rama santanderina. El abuelo de Carmen y su tío
José Luis (padre de Mari Cruz) dedicaron muchos años de sus vidas a investigar
en archivos y bibliotecas el origen y las vicisitudes del apellido de los Ríos,
y el fruto de tanto esfuerzo es un manuscrito de más de 200 páginas donde se
recogen los avatares de la familia y de sus diferentes ramas. El tío José Luis
le dio una copia del mismo a Carmen que, con 14 o 15 años, tuvo la ocurrencia
de elaborar un gigantesco árbol genealógico con los datos tomados del texto.
Como por estas fechas Itziar suele pasar unos días en Villorquite, que está
relativamente cerca de Proaño programamos una visita a la torre, que pudimos
hacer por fin el fin de semana del 3 y 4 de agosto, y tributar así un recuerdo
a José Luis, a quien tan unida estaba Carmen.
Sara y Alejandro. Al fondo, los Picos de Europa |
Como es natural, Carmen estaba entusiasmada con
la idea, así que se puso en contacto con Jesús Martín de los Ríos (rebautizado
como “el primo Jesús”), el actual propietario de la torre, fotocopió algunas de
las hojas del manuscrito que hacían referencia a Proaño, y concertamos una
visita para el sábado 3 de agosto.
Salimos de Madrid el viernes por la tarde con
dirección a Potes. La rapidez con la que hicimos la reserva en los Apartamentos Fargo, nos impidió caer en la cuenta de que la aparente proximidad en
el mapa entre Potes y Proaño, al encontrarse las dos en el corazón de Picos de Europa, no era tal si teníamos que trasladarnos en coche con ciertas garantías
de seguridad. Al final, nos liamos la manta a la cabeza, nos apretamos más de
500 kilómetros, pues tuvimos que subir hasta Torrelavega, para bajar luego
hacia Unquera, Panes, desfiladero de la Hermida, terrible a las doce de la noche,
y llegar agotados a Ucedo, un pueblecito a dos kilómetros escasos de Potes.
Madrugamos el sábado, volvimos sobre nuestros
pasos, pasando y repasando el Deva, con los cortes espectaculares del
desfiladero, y llegamos poco antes de las doce a Proaño, muy cerca de Reinosa,
donde habíamos quedado con Rosa y Antonio.
Santo Toribio |
Jesús, acompañado de su hijo Carlos y su mujer
Blanca, nos recibieron afectuosamente, enseñándonos no solo la torre, sino
también la vivienda, un edificio del siglo XVIII habitado durante casi todo el
año por Jesús, que conserva un mobiliario espléndido, parte del cual era
originario de la casa y otra parte traído desde Cebreros, perteneciente a una
herencia familiar. Tuvimos la suerte de ver numerosos ejemplares de la
biblioteca que fuera de Ángel de los Ríos, el “Sordo de Proaño” inmortalizado
por Pereda en su novela “Peñas arriba”, último habitante de la torre y sus
dependencias hasta finales del siglo XIX. La biblioteca también cuenta con una
colección de la correspondencia que mantuvo Ángel de los Ríos con personajes
como Menéndez Pelayo o el propio Pereda… La casa cuenta igualmente con una
deliciosa galería acristalada desde la que se disfruta de unas vistas
impresionantes de los Picos de Europa.
Los niños intimaron enseguida con las hijas de
Blanca y Carlos, a las que no tardaron en llamar primas.
-. Primas. Sí… pero muy, muy, muy lejanas
-. No tanto, responde Catalina. Muy lejanas no somos, porque vivimos en Madrid...
Nos despedimos de la familia con el compromiso de
intercambiar correos y no perder contacto.
Balneario de la Hermida, en el desfiladero del que recibe el nombre, a orillas del Deva |
Comimos muy cerca de Proaño, en Espinilla, y nos
acercamos a Fontibre, donde se localiza el nacimiento del Ebro. De allí,
bajamos a Reinosa, que en mi mente cargada de prejuicios imaginaba gris e
industrial, pero la realidad vino a desbaratar dicha imagen, pues se trata de
un pueblo bastante digno y cuidado. Allí comimos unas pantortillas, muy
recomendadas y jaleadas por Blanca.
Antonio y Rosa regresaron a Villorquite, y
nosotros volvimos a casa de Jesús a devolver a la “prima Catalina” unas
zapatillas que le había dejado a Sara cuando esta se metió en un riachuelo
cerca de la casa, empapando las que llevaba..
Vivienda aneja a la Torre, donde nos recibió Jesús |
El domingo, Rosa y Antonio tuvieron que salir
precipitadamente a Ponferrada a recoger a Jorge, que un malentendido había
dejado tirado en Compostela con las bicicletas con las que Héctor y él habían
hecho parte del camino de Santiago. Nosotros nos acercamos a Potes, uno de los
pueblos más bonitos e inaccesibles que conozco. A pesar de la dificultad de llegar
a él, al mediodía era un hervidero de turistas y visitantes. (Sobre estos,
quiero destacar su carácter, que tan poco tiene que ver con las maneras
tumultuosas y ruidosas del típico sumakilómetros con el que te sueles topar en
otras latitudes. Abunda el viajero de autocaravana o furgoneta, con su casa y
enseres a cuestas, pero cuya presencia no deja ningún plástico residuo ni
contaminación acústica). Vimos en la torre del Infantado la exposición sobre el
Beato de Liébana, que ocupa tres de sus cinco plantas, una verdadera muestra de
erudición y didactismo, paseamos por el pueblo, a esas horas próximas al
mediodía prácticamente intransitable, con los intrépidos que se lanzaban en
tirolina desde un puente, junto a la torre, hasta la orilla del río, unos doscientos
metros más allá. Nos llegamos a Santo Toribio en el momento en que exhibían un
fragmento del lignum
crucis, comimos unos bocatas en unos bancos reservados a los peregrinos y,
sobre las cuatro, subimos a Fuente Dé. Allí cogimos el teleférico que ascendía
casi mil metros en un trayecto de lo más alpino. Los niños se entretuvieron con
unas cabras, que parecían contratadas por la Consejería de Cultura de
Cantabria, tan mansas y civilizadas se mostraban. Tras una larga espera,
cogimos de nuevo el teleférico y, en un involuntario homenaje a las arcas de
Repsol, nos dirigimos a Herrera del Pisuerga vía Cervera, haciendo una parada en Monsagro, por una carretera de
curvas enloquecidas que tomamos en Potes. En Cervera dejamos a
Itziar, una vez recuperado Jorge y las bicicletas.
Sara bajo un panel de la exposición que visitamos en Potes |
Termino de escribir estas líneas con el
canto de las cigarras de fondo. Al final, no ha sido tan difícil, parece que me
reconcilio con ellas y con el verano cuando pensaba que había llegado al final
de un camino sin retorno. Hoy empezamos las vacaciones. De un momento a otro
llegará Carmen y cargaremos el coche. Espero dar cumplida cuenta de todo lo que
nos suceda a partir de ahora.

2 comentarios:
Querido Nacho:
He leído varias veces esta intensa meditación enraizada en el verano, en los recuerdos, en el devenir cotidiano mezclado con las emociones más viscerales. Encuentro que es profundamente poética y vuelvo una y otra vez a algunos pasajes. Quizá ya es el momento de hacerme presente y compartir desde las palabras y no solo desde la fibra, las intensas sensaciones que revelas y que dejan libre la luz interior.
"El canto de las cigarras, su cháchara frenética" es un comienzo que me estremece, pues unido está en un solo hilo el recuerdo de todos los veranos cumplidos y que me retrotraen incluso a momentos que, de repente, se aparecen. Misterio de una ley desconocida que inevitablemente en el alma sensible se impregna de "los presagios más oscuros". Callan para volver, como las vivencias soterradas, que siempre han de regresar, locas, frenéticas, escandalosas.
"Como ejércitos al acecho, se esconden entre las ramas de las moreras y los plataneros que dan sombra a la calle", ¿cabe más belleza?
En auténtico estado de gracia continúas camino, confesando que te derramas sobre el lado izquierdo, "el del corazón" y a su vez "el que convoca a las pesadillas", yo creo que llevas escrita mucha vida, muchos sueños en estos retazos, materiales de ensayo y de maestría.
Y entonces llega el momento cumbre de esta introspección, que se remonta a la terraza de un Madrid ajetreado, cercano a su punto crucial, donde los sentidos reclaman su lugar: el olfato acompañando al cuadro de la madre que teje, mientras se mece el aire caliente. El fondo oscuro, como los documentales que se exhiben libres con quienes, desde otro mundo, reclaman remembranzas. Pero las cigarras machaconas insisten en convertir cada tapiz en escena de una misma pieza teatral.
Los lamentos, entonces, se hacen terribles, una mujer que habita al lado, pero que vive en su propia pesadilla. Oficio de tinieblas 5... como quien se deja mecer por un universo sin sentido, sino el de la entropía.
Es la llegada a este punto la que tanto me ha conmovido y a él he de volver. Aparece un viaje maravilloso con unos paisajes encantadores. Como increíble es la visión de parte de la biblioteca del "Sordo de Proaño" y esa galería acristalada donde deben pasear los fantasmas, felices y plenos, disfrutando de los soñadores Picos de Europa. El camino continúa en un hilo argumental hermoso, ordenado y comprensible, pero las cigarras de nuevo, en su su estructura cíclica me hacen recordar el caos, que acecha Cela, que mirando a lo bello continúa lo siniestro, y que soy nietzscheana de corazón.
Así que he de celebrar esta entrada con unos versos de mi amado Dylan Thomas. Sea un homenaje al oficio de tinieblas, que a algunos les ha tocado ejercer en esta vida, quién sabe por qué, helo aquí:
"Una extraña ha venido
a compartir mi cuarto en esta casa que anda mal de la cabeza,
una muchacha loca como los pájaros,
traba la puerta de la noche con sus brazos, sus plumas.
Ceñida en la cama revuelta
alucina con nubes en esta casa a prueba de cielos,
hasta alucina con sus pasos este cuarto de pesadilla.
libre como los muertos
o cabalga los mares imaginarios del pabellón de hombres.
Ha llegado posesa
la que admite la alucinante luz a través del muro saltarín,
posesa por los cielos
ella duerme en el canal estrecho, hasta camina el polvo,
hasta desvaría a gusto
sobre las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas.
Y tomado por la luz de sus brazos, al fin, mi Dios, al fin
puedo yo de verdad
soportar la primera visión que incendia las estrellas."
Menuda entrada, Maestro, grande.
Un abrazo para todos.
Estimado Ignacio:
Soy Francisco Núñez del Arco Proaño de los Ríos, natural de Quito-Ecuador.
Navegando en internet di con tu blog, específicamente con esta entrada a propósito de la torre de Proaño.
Mi familia materna es una rama del linaje de los Ríos originario de aquel solar cántabro.
Entiendo por tu entrada y otros artículos en internet, que el propietario actual de la misma es Jesús Martín de los Ríos.
He intentado ubicar al Sr. Jesús Martín de los Ríos a través de internet, pero no ha sido posible, razón por la cual me he tomado el atrevimiento de escribirte por este medio, para solicitarte de la manera más comedida y si fuera posible, poder contactarle a través tuyo.
Estaré unas semanas en España desde el próximo fin de semana, y es mi interés conocer la torre y la casa de Proaño. Además sería, sin dudarlo, interesante entablar contacto con su propietario y demás miembros del linaje que en Ecuador ha tenido una trayectoria interesante, desde la llegada en 1592 del capitán Francisco Proaño de los Ríos.
Francisco Núñez Del
Muchas gracias por la atención a estas líneas. Saludos.
Mi correo electrónico es francisconezp@hotmail.com
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