Considero que el revuelo montado por tantísimos miles de indignados dista mucho de ser una pataleta momentánea con gran poder de convocatoria y escaso contenido ideológico en sus reclamaciones. En cuanto al poder de convocatoria, hoy en día es muy sencillo reunir a varios miles de personas para defender la causa más peregrina. Sobran los ejemplos. Y la absurda polémica de “yo he llenado más metros cuadrados que tú” no deja de ser eso, ganas de marear la perdiz. Por lo que respecta a la supuesta inanidad ideológica…, hay mucha tela que cortar. Sin intención de agotar el asunto, me gustaría exponer, aunque sea de forma desordenada, unos apuntes.
El movimiento 15M repudia el sistema político actual, superando la clásica dicotomía izquierda-derecha
La ruptura de tal dicotomía supondría que una de las partes en discordia habría sido derrotada en una hipotética batalla, asumiendo por fuerza como propios los principios de la otra; o que esta habría incorporado, deglutido, fagotizado, con mayor o menor violencia (dialéctica, claro) a la primera, digo yo. Lo cual sería mucho suponer. Por lo pronto, que existen dos ideologías enfrentadas que defienden dos formas antagónicas, contrapuestas o simplemente diferentes de entender la vida política o la cosa pública.
Craso error
Considero que existe hoy en día una ideología fuerte que imprime su huella en todas las facetas de la vida, incluido el lenguaje. Está por encima de partidos políticos, colectivos, asociaciones y movimientos espontáneos, como si se tratara de una religión exclusiva y excluyente, siendo capaz de condenar al ostracismo a todo aquel que ose cuestionar sus postulados. La fuerza de esta ideología no le viene únicamente de la pusilanimidad de la que tiene enfrente (que ni está, ni se la espera), sino también de la ausencia total de otro pensamiento que no se avergüence de su entidad intelectual y de aquellos que lo han intentado poner en práctica. Me estoy refiriendo a la Social-Democracia. Te equivocaste, Fukuyama: ¡El comunismo ha muerto. Viva la Social Democracia!
¡Qué bonito! Ya somos todos buenos. Las broncas en las que nos hemos enfangado durante doscientos años han sido superadas porque, !voilá!, hemos descubierto y diagnosticado la enfermedad del sistema. ¿Cuál es esa patología? Muy sencillo: el dinero y todo lo que ello conlleva: la propiedad, el comercio y el libre movimiento de ideas, personas y mercancías, es decir: el Liberalismo (Capitalismo) o, como ellos suelen llamarle, en su afán por adjetivar lo obvio, neoliberalismo, ultraliberalismo, pisoteando, de paso, el concepto de libertad
La revolución pendiente y Serrat en 1993
¿Y el papel del movimiento 15M? Aunque parezca paradójico, lo que nos contaban que se había gestado como un torpedo contra la línea de flotación del sistema, ha resultado ser su mejor salvavidas, al reclamar una profundización en las políticas de izquierdas como única salida a la crisis económica, o acusando de la misma a instituciones como el FMI que, al ser hechuras de los gobiernos-bancos centrales, tienen de liberal lo mismo que yo de escandinavo…
Más que papel papelón. Me recuerda a los lamentos de los falangistas cuando dejaron de ser útiles en el proyecto de Franco para su Nuevo Estado y reclamaban le revolución pendiente. O, más recientemente (1993) cuando Joan Manuel Serrat gritaba en un escenario algo así como: “Dicen que si gana el PSOE tendremos más de lo mismo. Pues sí, yo digo: quiero más de lo mismo”. Efectivamente, mucho más de lo mismo es lo que reclaman los indignados.
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