Friedrich A. Hayek (1899-1992) |
Últimamente, he llegado a una conclusión que, aún siendo salomónica, no deja de proporcionarme satisfacción. Es algo tan sencillo como lo siguiente: solo debemos aceptar lo que creemos errores de juicio, faltas o equivocaciones en aquellas personas de nuestro entorno más íntimo; en estos casos se impone la práctica de la tolerancia y la comprensión (que no asunción) más sincera del otro en su totalidad. Superado dicho ámbito, debería entrar en juego el rigor (en el mejor de los casos, la indiferencia), nunca la aceptación más o menos parcial de hechos, comportamientos o ideas que chocan frontalmente, violentamente incluso, con aquellos hechos, comportamientos o ideas que consideramos justas, habiendo sido alcanzado dicho grado de justicia después de una honda y severa reflexión.
Parecería que esta actitud desemboca directamente en la intolerancia, pero nada más lejos de la realidad. La ausencia de valores firmes, de sólidos principios está en la base de toda intolerancia, ya que cuando todo es relativo, cuando el suelo no es firme bajo nuestros pies, todo resulta cuestionable y, por ende, prescindible.
Optar por lo menos malo rindiéndose en la búsqueda de lo mejor es abocarse al fracaso.
Lord Acton, en su imprescindible Ensayos sobre la libertad y el poder, lo expuso con total claridad:
Lord Acton, escribió, desde un cristianismo militante, la inacabada Historia de la libertad |
"Siempre fue reducido el número de los auténticos amantes de la libertad; por eso, para triunfar, frecuentemente hubieron de aliarse con gentes que perseguían objetivos bien distintos de los que ellos propugnaban. Tales asociaciones, siempre peligrosas, a veces han resultado fatales para la causa de la libertad, pues brindaron a sus enemigos argumentos abrumadores"
Con esta cita como bandera, comienza Hayek el último capítulo de Principios de un orden social liberal, que con el título "Por qué no soy conservador" aclara un buen número de dudas que pueden acometer a quienes se aproximan al pensamiento liberal en busca de refugio.
"Se suele suponer que, sobre una hipotética línea, los socialistas ocupan la extrema izquierda y los conservadores la opuesta derecha, mientras los liberales quedan ubicados más o menos en el centro [el centrismo que no cesa]; pero tal representación encierra una grave equivocación. A este respecto, sería más exacto hablar de un triángulo, uno de cuyos vértices estaría ocupado por los conservadores, mientras socialistas y liberales, respectivamente, ocuparían los otros dos. Así situados, y conmoquiera que, durante las últimas décadas, los socialistas han mantenido un mayor protagonismo que los liberales, los conservadores se han ido aproximando paulatinamente a los primeros, mientras se apartaban de los segundos; los conservadores han ido asimilando una tras otra casi todas las ideas socialistas a medida que la propaganda las iba haciendo atractivas" p. 104
Un buen resumen de las tesis sostenidas por el autor de Camino de servidumbre |
Este "argumento triangular" marca unas distancias que nunca debieron ser ignoradas ya que, hasta el auge del socalismo, lo contrario al conservadurismo fue siempre el liberalismo.
"En un solo aspecto puede decirse con justicia que el liberal se sitúa en una posición intermedia entre socialistas y conservadores. En efecto, rechaza tanto el torpe racionalismo del socialista, que quisiera rehacer todas las instituciones sociales a tenor de ciertas normas dictadas por sus personales juicios, como del misticismo en que con tanta facilidad cae el conservador. El lberal se aproxima al conservador en cuanto desconfía de la razón, pues reconoce que existen incógnitas aún sin desentrañar... le consta que jamás el hombre llegará a la omnisciencia... reconoce lo poco que sabemos, rechazando todo argumento de autoridad y toda explicación de índole sobrenatural... se requiere un cierto grado de escepticismo para mantener incólume ese espíritu típicamente liberal que permite a cada uno buscar su propia felicidad por los cauces que estima más fecundos. De cuanto antecede en moido alguno se sigue que el liberal haya de ser ateo. Antes al contrario, y a diferencia del racionalismo de la Revolución Francesa, el verdadero liberal no tiene pleito con la religión, siendo muy de lamentar la postura furibundamente antirreligiosa adoptada en la Europa decimonónica por quienes se denominaban liberales. Que tal actitud es esencialmente antiliberal lo demuestra el que los fundadores de la doctrina, los viejos whigs ingleses, fueron en su mayoría gente muy devota" P. 117-119
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