Carlos Berlanga era un tipo elegante y bastante tímido. Incluso en el periodo disparatado de los Pegamoides y de Dinarama mantuvo, en lo que pudo, cierta discreción. Su música, después de varios intentos fallidos, inimitable. Una mezcla de sonido philadelphia, disco, pop; letras inclasificables que tan pronto narraban pasiones al más puro estilo de la copla con asesinato incluido, como se internaban en el mundo de los sueños, del futurismo o de la fantasía, eludiendo siempre el falso compromiso. Sus incursiones en el "mundo del arte" (recordemos las viñetas aparecidas cada semana en el suplemento Gente y aparte de ABC o la exposición que se celebró en Valencia no hace mucho), las colaboraciones en la banda sonora de alguna serie de TV, o los temas compuestos para, por ejemplo, Sara Montiel, hicieron de él un artista peculiar. La ruptura con Nacho Canut y Alaska, que supuso para estos la formación de Fangoria y la búsqueda de una imagen y sonido propios, y el inicio de la carrera en solitario de Carlos, marcó un hito en la música pop española. Con su muerte se cerró una manera de componer. Dejamos aquí unas muestras de su etapa en solitario.
Qué sería de mí sin ti (1994)
Vacaciones (2001)
Indicios de arrepentimiento (1994)
Ángel exterminador (1990)
En el volcán (1990)
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