"...el ascenso imparable de las empresas "salvajes" y del mercado informal... no hace más que traducir la famosa tendencia de toda criatura a perseverar en el ser."
En el capítulo 8 de "El conocimiento inútil" (Premio Chateaubriand 1988) Jean-François Revel (1924-2006) hace mención, entre otras cosas, a la economía sumergida, a la que él denomina también economía informal. Curiosamente, ha titulado este capítulo "De la mentira compleja". Podemos leer en él:
"...la libertad de emprender es, ante todo, el medio de defensa de los pequeños contra los grandes y de los débiles contra los fuertes. E, inversamente, el Estado, que se presenta como corrector de las injusticias, acaba, la mayoría de las veces, por usar toda su fuerza contra los pequeños y los débiles para proteger a los grandes y los fuertes: la clase política, la clase burocrática, las grandes empresas, el ejército, los poderosos sindicatos. Para soslayar esas murallas, a los desamparados no les queda más recurso que lanzarse a la economía paralela, es decir, la economía real. Esto es así en el Tercer Mundo, pero no solo en el Tercer Mundo" (p. 130)
Pasa enseguida a comentar las conclusiones de un estudio de 1986 sobre el alcance de esta economía en España. Dice que había entonces unas 300.000 pequeñas "empresas clandestinas", con un volumen de negocio anual cercano a los 3 billones de pesetas (1/4 del PIB real). En Andalucía y Levante se cree que la economía sumergida alcanzaba el 40% de la producción de aquellas regiones.
Si la economía informal genera tal cantidad de riqueza, no podemos atribuirla solo a la perversión de los grandes capitalistas y al deseo de algunos trileros de defraudar al fisco eludiendo sus obligaciones con la sociedad:
"...si se gravara normalmente a las empresas frágiles del sector subterráneo, no pagarían: desaparecerían. El fisco y la seguridad social no ganarían, pues, nada con ello, y la sociedad saldría perdiendo en proporciones trágicas... la verdadera pregunta que debe plantearse el legislador es saber por qué razón hay unas leyes y una reglamentación tales que una parte considerable de la producción nacional estaría condenada a muerte si se aplicaran. ¿Qué es lo que está mal en este caso, y qué es lo que debe cambiar? ¿La realidad o la ley?"
"El actual sistema de defensa socialista consiste en decir: el liberalismo suprime toda solidaridad social. Lo que es falso: ¿qué sociedades han inventado los medios perfeccionados y costosos de protección social de que gozamos, sino las sociedades liberales? A continuación los socialistas distinguen: sí al liberalisno político, no al liberalismo económico. Esto ya no es solamente falso, es absurdo..." (p. 131)
A continuación se pregunta de qué defensas dispone la sociedad civil para resistir las embestidas del poder político si entrega la totalidad o gran parte de su poder económico al Estado, y concluye con una cita que recoge de "Estado omnipotente" (Ludwig von Mises, 1944), en la que el vienés se entretiene comparando las diez medidas de urgencia propuestas por Marx en el "Manifiesto comunista" (1847) y el programa económico de Hitler: "Ocho sobre diez de esos puntos han sido ejecutados por los nazis con un radicalismo que hubiera encantado a Marx" (p. 132)
La cuestión es si en los 23 años que nos separan de este trabajo de Revel, escrito con una clara intención polémica y una superabundancia de ejemplos traidos de forma magistral, en vida de la Unión Soviética y de la política de bloques, ha cambiado sustancialmente el mundo en que vivimos.
Los excesos en la regulación de las relaciones entre el Estado y las empresas, y entre estas últimas y sus empleados está demostrando ser un terrible mecanismo de control en manos del primero, perjudicando notablemente tanto el desenvolvimiento de las empresas como la calidad de vida de los trabajadores, que tienen cada vez más difícil acogerse a esas formas de economía paralela que, hasta no hace mucho, redondeaba unos ingresos menguantes.
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