“A Ortega le sorprendió que me hubiese detenido tanto, y
hubiera entendido, su tesis: “La reabsorción de la circunstancia es el destino
concreto del hombre”, y que me hubiera percatado de lo que es razón vital.
Nuestra vinculación personal y filosófica quedó sellada para siempre” (Julián
Marías Una vida presente, 1, 1988, p.
351)
En
el prólogo a la cuarta edición de España
invertebrada, Ortega y Gasset recogía una cita de Tácito: “quince años son
una etapa decisiva del tiempo humano”, haciendo referencia al período
transcurrido entre la primera edición de la obra (1920) y la que introducía con
estas palabras en 1934, año bisagra en la historia de la joven II República.
Esta idea, como eje del método de las generaciones históricas, tendrá su
desarrollo en el volumen En torno a
Galileo, y en 1949 será completada, matizada y sistematizada por el propio
Julián Marías en la obra casi, casi homónima El método histórico de las generaciones.
Curioso:
1920-1934-1949…Si jugamos con esa cifra, quince, aplicándola a nuestra propia
vida, y nos dejamos llevar por los encantos de la numerología, podemos llegar a
conclusiones tan sorprendentes como ciertas, basadas todas ellas en el concepto
de vida como argumento, trama o tragedia que se va escribiendo día a día,
minuto a minuto, en tanto en cuanto tenemos capacidad de elegir una trayectoria
o la contraria, en virtud de las circunstancias que tenemos a mano, y estas
mismas trayectorias, proyectos u objetivos se cruzan y entrelazan con los del
prójimo planteando nuevas empresas que podrán arribar o no a buen puerto,
proponiendo a su vez diferentes escenarios de forma indefinida.
La de Julián Marías, como vida que fue, no se sustrae a esta gozosa interpretación. Sin profundizar demasiado, podemos trazar al menos tres segmentos vitales que responden, solapándose a menudo, a la afirmación del historiador romano:
La de Julián Marías, como vida que fue, no se sustrae a esta gozosa interpretación. Sin profundizar demasiado, podemos trazar al menos tres segmentos vitales que responden, solapándose a menudo, a la afirmación del historiador romano:
1.
1933-1948.
Con las fechas extremas en el Crucero efectuado con sus compañeros de facultad
visitando todos aquellos lugares de las riberas del Mediterráneo donde nace la
cultura occidental, y la creación con Ortega del efímero Instituto de
Humanidades que pretendía re-iniciar, fuera de la órbita oficial, el tono
académico interrumpido por la guerra y la primera postguerra. Del conocimiento
del “mundo exterior”, con el consiguiente afianzamiento de aspiraciones y
vocación, a la opción por la permanencia en España, consolidando una
trayectoria liberal, de rescate de los valores de civilización y convivencia.
2.
1936-1951.
La guerra, cómo no, deja su impronta y su enseñanza, la forma de ver las cosas
se modifica, se aprecia la ruptura, el hiato entre lo real y lo oficial, la
verdad y la mentira. Momento inaugural que acelera el conocimiento del entorno,
el mero discernimiento, el comportamiento humano, la traición y el desengaño.
Consolida su vocación de escritor (Blanco
y Negro, ABC, Hora de España…). Convive con la Dictadura sin interiorizar
su argumentario, sin adherirse a su discurso. Asume los reveses, encaja los
golpes, supera las frustraciones… En 1951, “escritor español, profesor
americano”, como le gustaba definirse, es contratado para impartir diversos
cursos e inicia sus colaboraciones en la prensa española
3.
1931-1946.
La instalación de la República coincide con el ingreso de nuestro autor en la
Universidad. Inicio de una vida nueva, amistad con Dolores Franco, albores de
su faceta intelectual, contacto con Ortega y otros maestros, estallido de la
Guerra Civil, apoyo a Julián Besteiro en la tarea de liquidación de la misma,
meses de prisión en 1939, ruptura del ambiente cultural en el que se había
formado, imposibilidad de acceso a la docencia universitaria, veto a sus
colaboraciones en prensa, sistemático ninguneo hacia su persona (silencio en
torno a la concesión del Premio Extraordinario de Licenciatura, suspenso contra
todo pronóstico de su tesis doctoral), boda con Dolores Franco y nacimiento de
su primer hijo, publicación de sus primeras monografías de tema exclusivamente
filosófico (Historia de la filosofía, La
filosofía del P. Gratry…) En 1946 verá la luz Filosofía española actual en la que se pueden leer las biografías
de sus maestros más admirados (y odiados por el Régimen): Unamuno y Ortega,
además de las de García Morente y Zubiri. Filosofía
española… constituye un hito, ejemplo de lo que se puede hacer apurando y
ampliando el escaso margen de libertad concedida
por el sistema vigente.
Edición de De vita beata |
Son como tres dramas, con su planteamiento, nudo y
desenlace, historias cerradas que dan paso a nuevos argumentos. Hoy me quiero
referir solo a uno de ellos, concretamente a un fragmento de uno de esos
periodos, el que se extiende entre 1939 y 1944.
Entre el 15 de mayo y el 7 de agosto de 1939 Julián
Marías sufre prisión como consecuencia de una denuncia tramada por un antiguo
amigo y compañero del Instituto. Su nombre permanecerá oculto hasta que, no
hace mucho, lo sacó a la luz su hijo, Javier Marías. En pleno procedimiento,
uno de los testigos de cargo le confesó a Dolores Franco: “Si Marías no vuelve
a acordarse de que tiene una carrera, podrá vivir; en otro caso, lo hundiremos;
porque gentes como Ortega, en España sobramos” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 276) ¿Cómo se podía superar
semejante situación? Había terminado la carrera con cierto prestigio,
colaborado en la prensa, realizado varias traducciones. Le esperaba el
doctorado y trabajar al lado de sus maestros. Pero ya nada podía ser igual. Con
Ortega, Zubiri y Gaos en el exilio, García Morente preparando su ordenación
sacerdotal, Besteiro encarcelado y la reciente experiencia que le colocaba bajo
sospecha, el mundo conocido parecía desmoronarse.
“Al lado de esto persistía mi vocación intelectual, nunca
extinguida; el repertorio de mis estudios y lecturas; una resistencia a
abatirme y darme por vencido, que nunca me ha abandonado; una fe religiosa,
ciertamente puesta a prueba por unos y por otros, pero que era capaz de
distinguir de todas las adulteraciones. Y un puñado de amigos leales, sobre
todo –como siempre- amigas. Y Lolita. De ella dependía todo; vivía desde hacía
mucho tiempo vuelto hacia ella, dándole todo lo que podía, recibiendo su
maravillosa personalidad, su inagotable ternura, su inteligencia clara, su
valor. Por ella valía la pena seguir viviendo y no ser un despojo, sino algo
que se le pudiera ofrecer” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 280)
Edición introducida y anotada por Julián Marías |
Una vez puesto en libertad, con un “sobreseimiento
provisional”, se convocan en septiembre de 1939 las pruebas para obtener el
premio extraordinario de licenciatura, al que optaban los alumnos que habían
terminado sus estudios con la calificación de sobresaliente. Con el objeto de
poder costearse el título y de continuar con una carrera y vocación a las que
no quería renunciar, se presenta y lo obtiene, con la cerrada oposición de
miembros del SEU que lo único que consiguieron fue que su nombre no apareciera
en las listas de los premiados que se leen en la inauguración oficial del
curso, el 1º de octubre.
Espasa-Calpe publicará una selección de esta obra |
Haciendo de la necesidad virtud, este alejamiento de lo
público y oficial, marcará casi todo su hacer intelectual. Volcado en el
anonimato, en el ámbito más estrictamente privado y rozando la invisibilidad,
se dedica a la traducción mal pagada de obras de pensamiento para la Editorial
Revista de Occidente (Max Scheler) y la Colección Austral (Paul Marcoy), y a
dar clases de “Cultura” en una Academia que preparaba a los aspirantes a la
Escuela de Caminos. Pero todo esto chocaba con su auténtica vocación
tripartita: la universitaria, la filosófica y la de escritor. Vetadas como estaban
sus colaboraciones en la prensa, por no hablar de la enseñanza universitaria,
la única salida posible era escribir libros de filosofía. Aquí, la dificultad
estribaba en que, para ser aceptados por un editor (sus posibilidades se
reducían a Espasa-Calpe y la Revista de Occidente) debían tener una alta
calidad y venderse bien.
Con Unamuno, en Santander |
“Tanto como filósofo, tenía que ser escritor. Luego vi con claridad que para ser de verdad buen filósofo es menester ser buen escritor, pero esta condición se me impuso imperativamente para poder subsistir” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 293)
Tesis doctoral suspendida. Imagen de la obra antes de ser censurada con la retirada de la cubierta original |
El primer fruto de este esfuerzo es su Historia de la Filosofía, un grueso
volumen de 413 páginas dedicado a Lolita y que vio la luz en enero de 1941 en
la editorial de la Revista de Occidente. La historia de su gestación es muy
curiosa y refleja el papel de Dolores Franco en la vida de Julián Marías.
Abatido, desanimado por las circunstancias que le rodeaban, Lolita le propuso
poner en orden y publicar las lecciones de historia de la filosofía que durante
el curso de 1933 impartió a algunas compañeras de la Facultad que tenían que
superar el examen intermedio. La tarea parecía insuperable, pero Lolita, como
alumna en ese momento, conservaba un puñado de cuadernos con las notas tomadas
en las clases que se celebraban en la Residencia de Señoritas “los domingos, un
par de horas por la mañana; y algunos días más. La historia entera de la
filosofía, desde los presocráticos hasta el siglo XX; los problemas del
conocimiento, la creación, la razón, la sustancia, Dios, qué sé yo. Lo más
interesante es que las chicas, que eran encantadoras e inteligentes, no me
tenían ningún respeto, porque yo era un estudiante como ellas; no cabía usar el
argumento de autoridad; exigían entender por
qué eran las cosas así, por qué tal filósofo pensaba una teoría, y por qué
al siguiente le parecía inadmisible. Es decir, para que lo entendieran todo,
tenía que entenderlo primero yo. No es para dicho el esfuerzo que tenía que
hacer; pero, en primer lugar, lo pasábamos muy bien: era una delicia ver a
aquellas muchachas curiosas, con cabezas claras, un poco irónicas, tratando de
penetrar en la filosofía; pero además tuve que esforzarme en poner en claro, en
sus líneas generales, toda la filosofía occidental; nadie, ni siquiera mis
maestros, me había enseñado tanto como aquellas chicas” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 140-141)
Escrito a lo largo de 1940 en un frío piso de la C/ Encarnación |
Sobre la base de dichos cuadernos, con una información
evidentemente ampliada gracias la rica biblioteca personal que Marías iba engrosando
día a día, después de un año de intenso trabajo y una “desusada dosis de
pensamiento”, Historia de la Filosofía será
el primer libro nuevo de un autor novel en la España de los cuarenta. La
originalidad de todo esto estriba en que se trataba de una obra de pensamiento,
escrita por un joven de 26 años, con un contenido actualizado (durante el
proceso de corrección de pruebas fallece H. Bergson, noticia que será recogida
en la obra), prologada por Zubiri (sibilinamente apartado de su cátedra madrileña)
y que finalizaba con un párrafo que se podría considerar explosivo: “La
historia de la filosofía se cierra en el presente, pero el presente, cargado de
todo el pasado, lleva dentro de sí el futuro y su misión consiste en ponerlo en
marcha. Tal vez en el tiempo venidero no sea ya ajena a ese movimiento España,
que en Ortega ha hecho suya la filosofía”
La escritura, las clases privadas a grupos reducidos (Aula Nueva de Preparación Universitaria), la participación en modestas empresas editoriales (“Colección Ciencias del Espíritu” de la Editorial Pegaso), las traducciones, el cultivo de las nuevas amistades que van ampliando su círculo (Lilí Álvarez, José Luis Pinillos, Juan Lladó, Laín Entralgo, Enrique Lafuente, Fernando Chueca, Dámaso Alonso, Azorín, Menéndez Pidal…), la vida nueva junto a Lolita Franco, ocupan estos primeros años de postguerra. Si en octubre de 1939 la administración silencia su obtención del Premio Extraordinario de Licenciatura, en enero de 1942 hará algo parecido con su Doctorado. Antes de presentar la tesis sobre P. Gratry, Laín le propuso editarla en la colección “Escorial” de la Editora Nacional. Cuando, de forma extraordinaria, fue suspendida la tesis (en la papeleta solo podía figurar Aprobado o Sobresaliente, aunque podía ser devuelta al aspirante), La Filosofía del P. Gratry ya se había publicado; lo único que pudo hacer la censura (aparte de darle un buen susto a Pedro Laín Entralgo) fue retirar las cubiertas de la edición para que no figurara mención alguna a la Editora Nacional ni a la colección “Escorial”.
En 1943, después de un desencuentro con la editorial Pegaso, publica en Espasa-Calpe su Miguel de Unamuno y El tema del hombre. Por su parte, Dolores Franco saca a la luz La preocupación de España en su literatura en Ediciones Adán, proyecto editorial nacido entre los alumnos de Aula Nueva y al que Marías prestó su apoyo intelectual, a comienzos del año siguiente. De estos primeros años datan las ediciones anotadas de Leibniz (Discurso de la metafísica) y de Séneca (Sobre la felicidad) Pronto le seguirá la recopilación de ensayos San Anselmo y el insensato. Con todo y con eso, la pareja Marías-Franco llegaba a fin de mes con no pocas dificultades.
Y un buen día, en la primavera de 1944, en este ambiente
de angostura y precariedad recibe, por mediación de Salvador Lissarrage, una
invitación de Eugenio Montes, a la sazón director del Instituto Español de
Lisboa. Intelectual falangista, propone a Julián Marías dictar una conferencia
en la capital portuguesa y aprovechar la ocasión para reencontrarse con Ortega,
que había dejado Buenos Aires en 1942 “lleno de desilusión y melancolía”. Las
pocas páginas en las que hace referencia Marías a este viaje son tan
expresivas, tan emotivas, que no me resisto a traer aquí alguno de sus
párrafos. Ortega, al que no veían desde el verano de 1936, recibe al joven
matrimonio en la estación de Rossio. Instalados en un hotel de la Avenida da
Liberdade, la primera impresión que les causa la ciudad del Tajo es impactante:
“Vista desde Madrid, la capital portuguesa parecía una maravilla de prosperidad
y refinamiento. Las tiendas estaban llenas de productos, muchos extranjeros;
había muchos más coches, y mucho mejores. El ambiente era pacífico, con holgura
y bienestar. Se trataba de una dictadura, ciertamente, pero la de Salazar no se
parecía a la española: no procedía de una guerra, no había vencedores y
vencidos, ni las terribles cicatrices […] No había represión, porque no había
resistencia. Ambas cosas vinieron después, pero no existían en 1944. Cuando le
preguntaron a Ortega qué le parecía Salazar, contestó: “Bien, muy bien; no se
puede gobernar mejor a ocho millones de difuntos”” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 349-350)
Lisboa. Avenida Cinco Outubro 10. Residencia de Ortega hasta 1945 (Fotografía: Marisa García Arévalo) |
Fue una intensa semana de contacto con el maestro, con el
amigo, juntos día y noche, paseando por los parques y las calles lisboetas, o en casa de los amigos
del exiliado. “Teníamos hambre de palabras, de filosofía, de España, del mundo,
de nuestras vidas. Nuestra amistad, tan viva, había ido madurando y creciendo
en la distancia, en el silencio...” (Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 351)
Eugenio Montes |
La conferencia proyectada por Eugenio Montes, finalmente
no se pudo dar en el Instituto Español. Se optó por un gran salón de la
Sociedad de Geografía. Y allí habló Marías sobre Unamuno. “Ortega había leído
mis escritos, salvo el libro sobre Unamuno, que nunca quiso leer. “Yo no puedo
leer un libro suyo sobre Unamuno –me dijo-; para usted es un tema; no se da
cuenta de que me he pasado la vida luchando con él; me afectaría demasiado””
Sociedade de Geografía de Lisboa |
“Ortega había llegado al límite de la ausencia;
necesitaba volver a ver España, a vivir entre españoles. A total distancia del
Estado, del régimen, quería experimentar de nuevo la sociedad española, conocer
a los jóvenes, que al cabo de nueve años de exilio le eran desconocidos.
Contaba con reacciones hostiles, que ciertamente no faltaron; pero sabía que
eran muchos los que lo aguardaban con esperanza; y, sobre todo, que España lo necesitaba.
Aquel otoño, conservando su residencia legal en Lisboa, llegó por fin a Madrid”
(Julián Marías Una vida presente 1, 1988, p. 353)
Lisboa. Jardim das Amoreiras |
Ver:
La resaca de un sueño. (Julián Marías. 1) 21 de junio de 2017
"¡Por mí, que no quede!". (Julián Marías. 2) 27 de junio de 2017
Encuentro. (Julián Marías. 3) 4 de julio de 2017
El límite de la ausencia. Continuidad y despedida. 1 (Julián Marías. 5) 25 de
julio de 2017
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